lunes, 30 de octubre de 2017

Try to see it my way

A Fanny, Mike, Panda y Steph, que quizá ni se enteraron, 
pero estando ahí me ayudaron como pocas veces lo he necesitado. Gracias.

Los que hayan seguido en su momento este muy olvidado y polvoriento blog quizá recuerden cómo mi vida quedó marcada durante unos tres años por una canción. Primero calificada como mantra personal, después despreciada y maldita por mí debido a que jamás funcionó, y por último rescatada para servir de lema para iniciar mi reconstrucción sentimental, We can work it out expresó por completo una etapa de mi vida que, en vez de intentar olvidar, decidí abordarla como viniera y superarla haciendo algo que jamás había hecho: sincerarme conmigo y con el mundo y contar todo lo que se me viniera a la mente para tratar de sanar heridas.

Ya hace tiempo escribí aquí mismo sobre ese origen, por lo que no repetiré esa historia. Lo que les diré es que al fin siento que he cerrado un ciclo más en mi vida.

Pero no quiere decir que todos estos años haya vivido traumado y sin superar esos momentos. Al contrario, la medicina que me planteé realmente funcionó ya hace mucho y gracias a eso pude sanarme como pretendía, al grado de no pensar más que en mi presente. A lo que me refiero es que aún tenía una cuenta pendiente con la vida y con Paul McCartney de no haber podido nunca escuchar la canción en vivo. Y al fin, el sábado 28 de octubre de 2017, esa espera de casi 7 años terminó.

Nunca he creído en el karma y soy bastante escéptico con el destino. Pero haber escuchado We can work it out en momentos como este, en que el futuro pinta complicado, me da una especie de paz que necesito justo ahora. ¿Llegamos al fin de una temporada más? Podríamos decir que sí.



Por mientras, hay que seguir. Voy a seguir.

lunes, 22 de agosto de 2016

A Toñita...

Hace algunos años, cuando el patriarca de esta familia falleció, lo que más me quedaba en la cabeza era la expresión de valentía y resignación de su esposa ante la perdida y sobretodo sus fuerzas para salir adelante y para seguir viviendo, está vez sin el que fuera durante más de 80 años su pareja.

Hoy que necesitábamos un poco de ese valor y más que nada, de la receta para poder seguir viviendo como ella lo hizo, se nos fue.

Sus últimos meses fueron pesados, arrastrando las enfermedades obvias por su edad pero más que nada de esa tristeza de verse atada a una cama por ya no poder moverse. Y sin embargo supo seguir luchando, quizá cada vez con menos fuerzas pero siempre con ánimos y siempre tratando de acordarse de sus hijos y nietos que tenía regados por todos lados.

Antonia Gavia vivió 104 años. Es algo que a todos nos sorprende y nos llena de curiosidad por saber todo lo que ella vio, las cosas que hizo en todo ese tiempo, pero es algo que a ella le causaba muchos conflictos. No sé por qué Dios me castiga así –decía- ya toda la gente que conocía está muerta y yo sigo aquí. Para alguien como yo que piensa que las cosas no pasan sin razón, puedo pensar que Toñita vivió tanto para poder compensar un poco todos los años de ausencia que la pelea entre su esposo y la oveja negra nos mantuvo al margen de la familia. Y es que después del perdón que se dieran su esposo y su hijo nos permitió convivir más con ellos, y al menos a mí me hizo sentir de nuevo lo que era tener una abuelita a pesar de que no podía ir a visitarla tan seguido.

A mí me queda el dolor de no haber podido ir a verla. De estar prometiéndome una y otra vez escaparme y saludarla de nuevo. Pero me queda el consuelo de que ella a pesar de todo jamás me olvidaba. Qué siempre que mi padre regresaba de verla había un saludo especial para mí y que ahora que ya descansa sé que estará cuidándonos y acordándose siempre de todos nosotros. Y es que ella fue la menos culpable del alejamiento que tuvimos, pero tengo la certeza de que nunca se olvidó de tenernos en la mente.

Hoy más que nunca voy a recordar la frase que me dijo ella el día que enterraron a don Reyes y que él le dijera a ella: “Y el día que me muera, vas a estar igual de contenta”. Jamás olvidaré estar sentado a su lado esa tarde escuchándola hablar, tejiendo (siempre tejiendo) y tratando de consolarnos, justo como estaría haciéndolo ahora de nuevo si pudiera. Quizá en estos momentos no sea capaz de seguir su consejo, pero si hay algo que no haré es olvidar todo lo que nos dio, a veces sin ser ella consiente de eso.

Descansa en paz abuelita.

sábado, 4 de julio de 2015

Un 22 de octubre

Por alguna razón que sé perfectamente (pero que no les voy a contar. No por ahora) me puse algo nostálgico y recordaba. Y mientras lo hacía, recordé que hay un momento digno de este ya tan olvidado blog y que debería dejar registrado de una vez por todas: Denver, 22 de octubre de 2014.

My own personal Eddie Vedder
22 de octubre de 2014. ¡Wow! ¿Se dan cuenta? Ya casi vamos para el año de esa fecha. Si, obvio, quienes sean fans de Pearl Jam saben que fue la fecha del aniversario de la banda y que ese día en Denver hubo concierto. Los que me conocen saben que ese día en Denver estuve allí en ese concierto, pero los realmente cercanos a mi saben todo el “drama” que sucedió el día anterior y, sobretodo, los días después del 22 de octubre de 2014.

Y lo llamo así, un “drama” entrecomillado porque justo eso fue. Ya a casi un año de distancia uno se da cuenta de que todo sucedió por una cadena perfecta de malos entendidos. Bueno, seamos justos, ya sabía esto desde hace más tiempo atrás, pero el tiempo que todo lo cura (o que todo lo distorsiona) me ha hecho ver mucho de las tonterías que hice en ese momento y que fueron provocadas por el enojo tan grande que sentía. Tan grande que casi me arruina el 22 de octubre de 2014 pero que afortunadamente no llegó a tanto.

¡Buenos días Denver! Sigo vivo, por cierto.
Antes del 22 de octubre. El 21 de octubre para ser exactos fue de pasar todo el santo día formado afuera del lugar del concierto. Es el día del frío más desesperante que haya sentido (lluvia incluída) y del estar dando vueltas por la ciudad de madrugada porque no podía dormir. Si a eso le suman que el 99.9% de las personas que me rodeaban hablaban inglés pues era obvio que prácticamente no hablé con la gente. Ay, Javier. Curioso que una de las pocas personas con las que hablé en inglés (but of course) después de unos minutos de plática resultó que era guatemalteco y que hablaba perfecto español. Allá va mi logro de platicar con alguien en inglés, aunque facilitó las cosas, de eso ni duda.

Después del 22 de octubre. El 23 fue el día donde lo que más recuerdo es el enojo, de los más grandes que he tenido en mi vida. Créanme, para alguien que puede contar con los dedos de la mano las veces que se ha enojado, convierte eso en un momento fuerte. Es cuando la suma de los malos entendidos explotó y dejó como resultado que estuviera en Denver, desesperado, con poco dinero y con mis planes rotos. Ah, y con una deuda que apenas pude terminar de pagar hace pocos meses. Es lo malo de enojarse y explotar, uno tiene que andar después recogiendo los pedazos que deja a su paso, pero al final las cosas pasan. No guardo rencores, no tengo ningún problema contra las personas que en ese momento me hicieron pasar un trago amargo. Turn the page.

Si andaba enojado, oigans
El 22 de octubre de 2014 lo recuerdo por muchísimas cosas. Por ser el número 2 de la fila del concierto. No es poca cosa, hasta hubo gente de periódicos locales que me felicitaron y tomaron fotos (no he visto que se hayan publicado las fotos en la fila pero si las de antes del concierto). Estar en la punta de la fila de un evento donde muchos fans quisieran estar te hace fácilmente identificable. Al día siguiente varias personas me detuvieron en la calle porque me habían visto formado y en la parte de enfrente del escenario del concierto, y me detenían para saludar y para hablar sobre el show.

No hay nada como entrar al recinto del concierto después de 24 horas de estar formado. La adrenalina que llega al saber que no falta mucho para entrar, la emoción de ver que las filas se acomodan y que al fin se abren las puertas. Saber que sólo hay una persona delante de ti y que prácticamente el lugar es tuyo para poder acomodarte donde quieras. Lo mejor es que contrario a experiencias previas (en Argentina a pesar de ser de los primeros de la fila, tuve que correr como loco para encontrar un buen lugar) era obligatorio conservar el orden de la fila hasta que llegaras a tu lugar en el escenario. Increíble eso y que los gringos respetan a morir el derecho a tu espacio. No hay tipos aventándote como locos todo el show para quitarte tu lugar, no hay aplastones, no hay lluvia de líquidos extraños, no hay nada a lo que por desgracia estamos acostumbrados al sur de la frontera. Pude hacer las últimas dos horas de espera y las tres de concierto completamente tranquilo, agarrado a la valla y preocuparme por solo cantar y brincar.

No sé si Vedder me reconozca ya, como varios me han dicho. La verdad no creo, a pesar de ya haber “hablado” con él. Pero fue curioso porque muchas cosas que sucedieron en el concierto pasaron justo en la zona donde yo estaba. Cuando cantaban “Don´t gimme no lip” Eddie estiraba el micrófono a la zona donde estaba yo para que intentáramos cantar. Durante una parte en el show, Eddie habla sobre las banderas que hay en el lugar y después se escucha decir "yeah! That one (is nice) too", refiriéndose a mí y a mi bandera de México que en ese momento le mostraba.

Está el momento en el que Eddie avienta el micrófono al público. En los videos en los que he visto se ve que va para atrás de donde estoy yo, pero puedo recordar que señaló hacia donde estaba y tiró el micrófono. El punto es que tuve mis 5 segundos de fama y canté una partecita del coro del inicio de Breath (la cual no aparece en el bootleg oficial porque le bajaron al volumen en esa parte, chale).

Consulté a científicos calificados sobre la materia acerca de la posibilidad de clonar
a Eddie Vedder a partir de la botella. 100% True Story

Lo que si seguro fue para mí fue la botella. La famosa botella de champaña que sacó Eddie al final para rociarnos a todos y que me buscó y me señaló para que los tipos de seguridad me la pasaran. Ya antes he tenido momentos cercanos a Eddie Vedder. Obvio, el momento en Argentina fue el más cercano y personal, pero de alguna manera, el hecho que él se haya acercado contigo y hubiera tenido el detalle de darme esa botella fue algo muy especial. Quizá no con la magia del día que estrechamos nuestras manos pero sí como si fuera el reencuentro de dos conocidos. ¿Exagero? Quizá, pero es de las cosas que me dejarán siempre con una sonrisa en los labios a pesar de los días anteriores o de los días después del concierto. Ver la botella, recordar las canciones, ver los videos y buscarme entre la multitud y reír al ver mis caras. Todo eso me da una alegría que de repente no es tan fácil de encontrar.


Mi 22 de octubre de 2014 es parte de esos momentos que siempre me ponen de buenas. Pero también es un buen ejemplo de cómo las experiencias no siempre son 100% positivas. Algo se tiene que aprender también de los errores que uno comete y también uno entiende que los sacrificios que uno realiza normalmente nos traen resultados. Y sobre todo,  nos dejan experiencias que nos alegran un poco la existencia en los momentos malos.

Por alli del minuto 6 se ve el momento exacto de la entrega. Si, soy presumido

martes, 17 de febrero de 2015

Crónica del desempleo

Creo que llevaba como 10 o 15 años sin parar.

La verdad, ahora ya con un poquito más de calma y con las emociones un poco centradas, puedo voltear hacia atrás y ver todo lo que he recorrido en ese tiempo. Ha sido extraño verme de nuevo en casa, con tiempo para mí y para hacer mis cosas. Obvio, es tiempo pagado por una liquidación laboral, pero al fin y al cabo es tiempo para mí. Tenía años en que despertar no implicaba el inicio de una rutina, preparar cosas, salir corriendo a veces, batallar con el tráfico cuando vivía lejos y, una vez llegado al trabajo, empezar a carburar para realizar las cosas que correspondían a ese día.

Es cierto, esa rutina era cada vez más y más pesada, ya que en muchas formas comenzaba a ser poco satisfactorio lo que hacía. El problema con esto es que primero no quieres aceptarlo, ya que implicaría cambiar tu status quo. Significaría salir de la zona de confort que te has creado a lo largo de tanto tiempo y tendrías que comenzar desde cero. Pero como bien me dijeron, a veces lo mejor para sacudirte todo eso es una buena patada en el trasero. Y eso es lo que me sucedió.

Bien o mal, no de la forma en la que yo esperaba (aunque, siendo sinceros, las cosas jamás pasan de la forma en la que uno espera), pero al final de todo tengo la oportunidad de empezar desde cero. Me han surgido todo tipo de sentimientos estos días, desde la desesperación por la incertidumbre hasta el enojo por no entender el porqué de las cosas. Ha sido algo fuerte pero tengo la certeza de que será algo bueno. O al menos eso espero.

En fin, la función debe continuar. Ya estoy comenzando con la búsqueda de trabajo y sé que como están las cosas actualmente no será algo sencillo, pero la lucha se le está haciendo. No es mi intención quedarme mucho tiempo parado, la inactividad no va conmigo (aunque a veces no lo parezca) así que espero verme pronto reanudando la rutina en algún otro lado.


No sé qué es lo que pasará en el futuro (y eso es lo que más me incomoda), pero lo que puedo asegurar es que ya era justo un cambio. La verdad ya tenía un rato haciendo tonteras y necesitaba algo así para centrarme. No había escrito nada en un buen tiempo, así que lo consideraré como el inicio de algo. Al menos, el inicio para desempolvar un poco el blog y las ganas de escribir cosas.

lunes, 21 de julio de 2014

A mí sí me gusta el Re



Creo que tengo muy pocas cosas en común con mis hermanas, pero con Ángeles, “la hermana de en medio”, llegué a compartir algunos gustos. Musicalmente, a pesar de ser tan diferentes (hace 20 años ella comenzaba a ser fan from hell de Magneto y yo de Pearl Jam) compartíamos el gusto por un par de grupos: The Beatles y Café Tacuba. Yo descubrí a The Beatles y ella terminó por adoptarlos y gracias a que ella escuchaba estaciones de radio pop, conocí el sencillo de un grupo nuevo que comenzaba a despuntar. La canción, “Las Batallas”.


Por aquel entonces, Ángeles comenzó a tener sus primeros trabajos. No eran la gran cosa pero le permitió comenzar a comprarse sus propias cosas con su propio dinero. Gracias a eso (y a ella) tuve mi primer walkman y en la casa comenzaron a llegar más y más discos de música que a ella le gustaban, claro. Pero un día de 1994 llegó con algo que de inmediato nos transformó a los dos.


Jamás olvidaré el momento en que me enseñó aquel casete. Empezando por la forma en la que venía empacado, ya que no tenía la típica cajita de plástico, sino que era literalmente una caja de cartón, con el ya clásico “CAFÉ TACVBA” y una especie de macetita con flores impresos en negro y justo entre ambas cosas el nombre del disco: Re. Y lo que tampoco olvidaré jamás fue la primera vez que lo escuché. 

Es la única imágen que pude encontrar del casete tal y como lo teníamos. Lo perdimos por desgracia ya que mi hermana se lo prestó a un malnacido que jamás se lo regresó.


La noche que lo escuché se convertiría en la primera de innumerables veces que he escuchado el Re. Quizá fue porque era un adolecente impresionable que le gusta vivir en una dramatización de su propia vida, pero sentí que todas y cada una de las veinte canciones me decía algo a mí, Javier González, de manera personal. Creo que pocas veces me he sentido tan identificado con algo.


Aún ahora, veinte años después, cada que escucho el disco me remueve una marea de recuerdos que me provocan una sonrisa. Creo que eso es lo que más me ha gustado de este disco en particular. A pesar de que Café Tacvba lleva dando tumbos desde hace casi 10 años, en ese momento con Re consiguieron lo que pocos grupos en México pueden presumir: quitarse de encima la etiqueta de ser un grupo “con un estilo definido”. Por ejemplo, allí tenemos a los “Locos” de la Castañeda o a los desmadrosos y pelados de La Cuca (primero) y de Molotov (después). Re rompió con la definición de música Neofloclorista Xochimilca que ya se les comenzaba a imponer. 


Hay pocas canciones que se comparen con las de su primer disco, “Café Tacvba” y de hecho, hay pocas canciones dentro del mismo Re que se parezcan unas a otras. La intención es romper completamente con el disco anterior y por eso encontramos canciones tan dispares como la tambora de “El fin de la infancia”, el rock metalero de “El borrego”, el bolero de “Madrugal” (que por cierto, cuando la escuchó mi señora madre le gustó… hasta que llegó a la parte de la caca de paloma), la experimentación de “Pez/Verde”, el disco setentero de “El baile y el salón” (que irónicamente, junto a “Las flores”, terminarían por definir un sonido que caracterizaría al grupo en el futuro) o el rock más clásico de “La pinta”. Escuchar Re es darse un viaje por todas las posibles influencias del Café Tacuba de ese entonces y de paso es una muestra de que los cuatro miembros si eran músicos de verdad.

Re cumple 20 años y también cumplen 20 años las críticas hacia mi gusto por él. Creo que desde la primera vez que alguien me vio escuchándolo me han dicho frases tales como “¿Cómo te puede gustar eso?” o “Ese grupo tan malo sólo puede hacer cosas malas” y varias más. De hecho actualmente soy muy crítico con el grupo porque para mi gusto han venido decayendo desde “Avalancha de éxitos”. Jamás me propuse ser defensor del grupo ni del disco y no lo haré ahora, cada quién sus gustos. Lo que sí puedo decir es que a mí sí me gusta el Re y que en mí muy particular punto de vista es el mejor disco de rock hecho en México. Encantado podemos debatir mis afirmaciones, pero mí gusto y mi historia personal por este disco queda fuera de toda discusión y para mi seguirá teniendo un lugar asegurado en la categoría de discos que me han marcado para siempre.

 
Creo que desde el inicio esta ha sido mi favorita de siempre. Fui feliz cuando la escuché en vivo en ese concierto de los 20 años.

viernes, 16 de mayo de 2014

Con Cariño, Juan Rulfo

A manera de explicación: Hoy, 16 de mayo, Juan Rulfo estaría cumpliendo 97 años. Con motivo de su cumpleaños, me permito ponerles esta reseña que escribí hace rato ya para la revista Plugged. A mi el libro en cuestión, "Cartas a Clara" (2013, Editorial RM) me dejó la impresión de un Rulfo completamente desconocido pero que explica mucho el caracter de su obra. Espero les guste.



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En estos tiempos de inmediatez, es difícil, querido lector, sentir ese sentimiento de desconexión o evasión del mundo y de los otros. Es tan fácil obtener noticias de otra persona gracias a internet, que podemos ya no sólo hablar con alguien en cualquier momento, sino también tener su ubicación precisa, saber qué está haciendo, qué come, a donde ha ido, qué ha visto y leído, qué música ha escuchado, entre otras cosas. Pero hubo una época en la que todo esto no era ni remotamente posible.

¿Ha recibido usted, amigo lector, una carta? Y no me refiero a estados de cuenta bancarios o publicidad. Una carta de verdad. Un pedazo de papel que alguien, desde algún lugar del planeta, usó para escribirle cualquier cosa y enviárselo a su hogar. Escribir una carta era cosa seria. Incluso era considerado un género literario en sí mismo (el género epistolar). Es por eso que cuando se tiene la oportunidad de echarle un vistazo a los diálogos epistolares que gente famosa sostenía con alguien más se convierte en algo tremendamente interesante.

Bajo esa premisa, ¿qué puede ser más revelador que la correspondencia de un escritor famoso? ¿Y qué puede ser más interesante que su correspondencia personal? En algunos casos, las colecciones de cartas se vuelven un instrumento indispensable para conocer las ideas y las tormentas de un escritor. Nosotros siempre vemos el producto final: una novela, un poema; pero casi nunca sabemos en qué pasos andaba el autor mientras sufría el proceso de dar a luz su obra.

Juan Rulfo, uno de los escritores más grandes de habla hispana y de la literatura universal, tuvo una de las carreras literarias más cortas y productivas que se puedan encontrar. Rulfo fue autor de varios cuentos, la mayoría reunidos en la colección clásica “El llano en llamas” (1953) y de dos novelas, una de ellas considerada como de las más grandes obras escritas en español: “Pedro Páramo”, publicada en 1955. Sin lugar a dudas, Rulfo representa el punto más alto de la literatura en México y ha sido una influencia en escritores que van desde la generación del boom hasta nuestros días.

Y sin embargo, ¿sabemos qué pasaba en la vida de este hombre antes y durante la creación de dichas obras? La respuesta justo viene de sus cartas. Y no son unas cartas cualesquiera, hablamos de las cartas que le escribiera a su entonces novia, Clara Aparicio.

“Cartas a Clara” es el nombre de la colección de cartas escritas por Juan Rulfo en el periodo comprendido entre octubre de 1944 y diciembre del 1950 a su futura esposa y, de hecho, la mujer de su vida. En ella no sólo encontramos frases dignas de cualquier enamorado (a veces rayando en lo cursi), sino también vemos a un Rulfo desnudando su alma y sus sentimientos a la mujer que ama y que tiene lejos. En sus cartas, además de ver el ingenio inmenso y la facilidad para estructurar una historia que lo caracterizó en su obra literaria, vemos también al hombre que vivía entre la nostalgia por estar con su amada y las tribulaciones de los trabajos que tenía que hacer para ganarse la vida.
En sus cartas también vemos al Rulfo preocupado por sacar adelante sus ideas literarias. A veces con dolor, otras con alegría, pero siempre con ingenio, Rulfo le va relatando a Clara sus adelantos en lo que llegarían a ser sus cuentos más famosos y los trabajos e ideas que se le van ocurriendo para lo que sería su primera novela. Todo esto nos deja ver cómo la obra de arte le toma tiempo y energías, cosas que él sabe sobrellevar gracias al recuerdo de su querida chamaca, como él mismo la llama.

Adornada con fotos de la pareja en esos años (tomadas casi todas por el mismo Rulfo), la colección también nos muestra reproducciones de las cartas originales que Rulfo enviara, lo que nos enseña que su ingenio iba más allá de la pura escritura, ya que siempre procuraba dejar algún detalle extra en las cartas, ya sea un dibujo hecho a toda prisa, alguna frase escrita en inglés u otro idioma o, a veces, escribiendo la carta en espiral y no renglón a renglón.

Gracias a “Cartas a Clara” podemos encontrarnos con una persona enamorada, que no tiene miedo a la lejanía ni a la soledad, y que tampoco tiene miedo en mostrarse tal y como es a su mujer. Pero también nos deja ver cómo van naciendo en su interior las ideas que darán luz a una de las obras culminantes de la literatura en México y en el mundo.