Lovecraft. Hablar de él es repetir tantas cosas que ya han
sido dichas antes, y de mejor manera, que repetir nuevamente su historia,
hechos y vida sería poco más que redundante. Mejor hablemos de lo que él ha
hecho por mí.
Conocí al Maestro en la mejor época en la que se puede
conocer a un autor como él: final de la adolescencia e inicios de la juventud.
Mi mente aún era fértil y la imaginación muy activa. No quiere decir que haya
dejado de tenerla, sólo que la vida aún no me había castigado lo suficiente
como para dejar de creer en sueños.
De niño tuve dos problemas graves: pesadillas recurrentes y
problemas de sonambulismo. Más de una vez les saqué buenos sustos a mis padres
por verme en ese estado y, entre dormido y despierto, deambular por la casa diciendo
las incoherencias que veía en mis sueños. Atención médica mediante pudieron
remediar mi segundo problema pero el primero jamás se fue.
Mis pesadillas siempre han sido caóticas, terriblemente
vívidas y continuas. Puedo despertar a media noche gritando y llorando,
calmarme un poco, dormir de nuevo y proseguir mi sueño justo en donde me quedé.
Afortunadamente conforme crecía mis pesadillas se fueron haciendo cada vez
menos frecuentes, pero sí más reales y más pesadas. Las lecturas y las cosas
que ve uno siempre afectan.
Casi siempre que tengo estos ataques, para evitar volver a
sufrir ese dolor (incluso físico) de mis malos sueños, lo que hago es permanecer
despierto. Escuchar música, leer algo y, en tiempos del internet, ponerme en
línea. Desde allí empecé a adquirir esos hábitos nocturnos que tan difíciles
son de evitar hoy en día, pero también, cosa importante, me predispusieron al
gusto por el terror y lo macabro como forma de escape y para tratar de
encontrar algo de explicación a mis malestares.
Lo primero que leí de él fue La llamada de Cthulhu, y lo leí
de la forma más inverosímil. Neófito como era en esos entonces para todo,
Abraham y yo empezábamos a incursionar en el terreno del juego de rol. Éramos
unos adolescentes enamorados de los vampiros y demás monstruos de cajón y
teníamos curiosidad por interpretar a un personaje de esos. Sellkyrck, de
hecho, nació en esos primigenios intentos roleros/literarios y desde entonces
el buen amigo me ha seguido acompañando desde entonces. Israel, nuestro
director de juego, solía cargar varios libros de juego de rol y uno de ellos
era justo La llamada de
Cthulhu. Jamás olvidaré ese libro de portada azul con el
gran Dios perfilándose entre las sombras atacando a los pobres marineros. El
libro de hecho comenzaba con el relato que le daba nombre y allí fue donde lo descubrí.
El origen de todo |
De sus relatos, creo que el mejor para mí y el que más
disfruté fue “El caso de Charles Dexter Ward”. La forma en la que está contado
es sencillamente magistral y, en parte, me inspiró a intentar escribir mis
propias cosas. Sus relatos cortos no tienen sobra. “La llamada de Cthulhu”, “El
color que cayó del cielo”, “La sombra sobre Insmouth”, “Dagón”, La saga de Randolph
Carter y sus escapes oníricos, es imposible decidirse por uno. También si por
algo soy cuentista (en ciernes, pero cuentista al fin) es por ver la manera
magistral de cerrar una historia en pocas páginas.
Lovecraft es para mí la razón por la cual aprendí a vivir y
aceptar como soy. Outsider como siempre he sido, vivía reclamando mi
incapacidad de relacionarme con la gente y a veces renegaba de saber que nadie
compartía mi forma de ser. Al conocer su vida, saber que muy pocas veces salió
de casa de día, que muy pocas veces conoció gente pero que sin embargo se las
arregló para casarse, tener amigos y escribir, me di cuenta que la vida
solitaria no era mala, sino todo lo contrario. HPL me enseñó que una persona
puede abrirse paso en la más absoluta soledad y que, no dependemos de la gente,
más aún, uno escoge la gente con la que quiere estar, no por necesidad, sino
por el gusto de compartir su torre de marfil.
Lovecraft murió hace 75 años. Murió prácticamente solo, sin
nadie que reconociera su enorme talento ni su gran impacto en la literatura.
Afortunadamente el tiempo no sólo le daría la razón sino que lo colocaría en el
lugar que merece. Músicos han compuesto
melodías increíbles para él, escritores han creado y recreado historias alucinantes
basadas en sus relatos, artistas de toda índole le han rendido tributo al gran
Maestro.
Yo solo le puedo ofrecer esta humilde entrada perdida en mi
blog. Sin embargo, es de todo corazón y dedicada al señor que me enseñó a
aceptar las pesadillas y los sueños como un don y no como un castigo.