martes, 30 de abril de 2013

Vedder

Es increíble. Escucho su voz y, a pesar del estremecimiento que siento, es una voz tremendamente familiar. Es la voz de alguien que me ha acompañado durante buena parte de mi vida, a pesar de que él jamás me haya conocido y a pesar de que ésta sea la primera vez en nuestras vidas que compartimos el mismo espacio. O al menos un espacio tan cercano.

Nos piden a todos que nos sentemos y yo, como si fuera autómata obedezco, pero mi vista no puede apartarse de él. Es una persona pequeña, más incluso de lo que pensé. Pero es él, cabello largo, barbado, cerveza corona en una mano y cigarro en la otra. Habla un poco cohibido, algo nervioso pero siempre dominando su entorno.

Es curioso cómo cuando él se apareció se calmaron de pronto todos los ánimos. Sí, la gente estaba ansiosa por hablarle y por tocarlo. Por decirle tantas cosas, por tomarse una foto con él, pero su llegada fue tan intempestiva que bastó con que él saludara por primera vez para que la gente entrara en un estado de shock difícil de describir.

Habla, saluda a algunos, y yo, pensando en sí tendré el valor suficiente de hacer lo propio, que por unos instantes centre su atención en mí. Se va acercando a la zona donde estamos y mis nervios crecen. Apenas unos momentos antes pensaba y repasaba en mi muy precario inglés lo que le diría. Es un tema que he platicado con muchas personas tantas veces y ahora que se hace realidad de repente las palabras se esfuman. ¿Tú que le dirías? Sí estuvieras frente a él, ¿qué le dirías? El discurso parece fácil, creo que lo primero sería darle las gracias por todo lo que nos ha dado con su música, que ha sido ejemplo y modelo a seguir, una infinidad de temas se aparecen. El problema es que ahora estoy prácticamente frente a él y todo lo que pensé desaparece.



Es el momento, está frente a ti. Por alguna extraña razón o por el destino que así lo quiso se crea un momento de silencio, unos segundos quizá. Estamos frente a frente, sólo unos metros me separan del ídolo de mi adolescencia, de la persona que en buena medida me ha hecho como soy. Parece que todo fue armado para tener esta oportunidad. Sin pensar si quiera lo que estaba haciendo levanto la mano, le hablo por su nombre y el voltea hacia mí. Nuestros ojos se encuentran. Es cierto, es increíble de creer pero de verdad sucede. En esos segundos que parecen horas, Eddie Vedder está parado justo frente a mí, viéndome atento, esperando que le dirija la palabra.

¿Alguien ha estado en una situación similar? Si es así, ¿cuál es la reacción que uno tiene? Sencillamente tartamudee al inicio. Todo lo que pensaba decirle se olvidó. Lo primero que atiné a decirle fue que venía desde muy lejos y le pregunté cuando iría a nuestro país a visitarnos. Y me respondió. Lacónico como él sólo, su respuesta fue un “soon” que me ha dado cierta esperanza desde ese día a que regresen. La mejor parte vendría después. Aún no sé muy bien como lo hice, pero intento contarle la aventura fallida de ese viaje a San Antonio. En mi inglés le cuento como Pedro y yo manejamos cientos de kilómetros desde México para asistir a su concierto, cómo no llegamos y, al final, le muestro la playera del concierto. El dice algunas palabras que no alcanzo a comprender (es Vedder y su forma de hablar no es la más inteligible), sólo alcanzo a entender que remata con un “amazing”. Allí las cosas se vuelven un poco más nebulosas, porque justo cuando se acerca a donde estoy yo varias jovencitas lo interceptan, lo saludan y se crea un poco de caos arriba de mi.

Después pasan las cosas muy rápido. Nos canta con ukulele, nos tomamos un par de fotos en grupo con él, pero aún me faltaba algo. Justo cuando está despidiéndose de la gente se acerca a donde estoy yo y me extiende la mano. Antes de que vuelva a pasar lo que pasó hace unos momentos me apresuro a darle la mano y nos quedamos lo que quizá en la realidad fueron unos instantes pero para mí fue eterno. Mirándolo a los ojos, estrechando su mano con las mías y antes de que se rompa el momento le alcanzo a decir un torpe “gracias” en español que él creo (o al menos espero) entendió porque asiente levemente con la cabeza y se aleja a saludar al resto de la gente.



Se va. Yo me quedo justo donde estaba después de saludarlo, sin moverme un centímetro. Apenas si alcanzo a entender que pasó. Estoy entre confundido y nervioso. Alcanzo a sentir el temblor de mis brazos y percibo la confusión que hay a mi alrededor. Justo en ese momento me doy cuenta que a mi lado hay una niña de unos 15 años sollozando. Justo en ese momento nos vemos y sin más nos abrazamos. Puedo comprender su sentimiento, a pesar de que jamás nos hemos visto. Después de eso puedo sentir las lágrimas saliendo lentamente de mis ojos, mirando hacia dónde él se fue.

Si, acaba de pasar todo Javier, acabas de conocer a Eddie Vedder.


lunes, 15 de abril de 2013

Sudamérica


Es extraño. Estoy de nuevo aquí, en mi lugar, con los problemas que dejé unas semanas atrás. La misma gente, con la rutina de encender la computadora, ponerme los audífonos y comenzar a pensar en resolver los problemas de mis usuarios a punta de tecladazos.

Ayer, después de que el cansancio me derrotara, cuando desperté de un largo sueño, al abrir los ojos me vino la idea de que si todo había sido un sueño. Podría parecer, ya que se parecía mucho a muchos de esos sueños que antes he tenido, me acorde de muchos detalles que había vivido y pensé que todo fue producto de mi imaginación. La vista apocalíptica de mi maleta y las cosas que había traído regadas por el piso me regresó a la realidad. Fue cierto, todo pasó.

Fueron dos semanas de locura y que pasaron muy rápido. Pasaron cosas que jamás imaginé que sucedieran, conocí gente, hice mucho, me divertí más. Pero al final de eso se tratan los viajes.

Pronto espero ir subiendo las experiencias de este viaje. Lo que si puedo adelantarles es que cumplió con el objetivo de todo viaje: aprender y conocer.

Hay que seguir.