martes, 14 de mayo de 2013

Temporada de lluvia


Días así siempre predisponen a pensar. Quizá eso es lo que me desespera: las ganas de no pensar, más bien, de sentir.

A veces me gustaría tener a alguien acompañándome en esta temporada. Alguien que pudiera escuchar este discurso, siempre repetitivo, acerca de estos días y del porqué no quiero pensar. Alguien que me diga que quiere estar conmigo y sobre todo, sentir estos días.

Sentir la temporada que comienza me causa una alegría difícil de describir. Es tan difícil y contradictoria que la tristeza a veces le hace competencia. Y se hace más desagradable cuando recuerdo las tardes pasadas junto a ella.

¿A quién diablos engaño? Sí, me gusta recordarlo. Sí, quisiera tenerte aquí a mi lado,  caminando de la mano enfundados en nuestros abrigos, como un par de cuervos recorriendo algún cementerio. Y obvio, todo bajo esta lluvia incesante y fina que limpia nuestra ciudad de gente y suciedad. Es un recuerdo que alegra mis malos ratos y que, de golpe, provoca que se olviden los momentos desastrosos. A veces, hasta pienso que no sería tan malo volver a esos días, a pesar de que esa no sea buena idea.

A veces quisiera no tener que tomar el café solo. Sí, puedo llegar a envidiar un poco a las parejas que hablan y se besan, cogen y caminan mientras la lluvia los acompaña. Es lo único que les puedo llegar a envidiar. Quizá me he vuelto demasiado exigente y no quisiera a cualquier persona en esos momentos, o quizá sea que ya quedé algo descompuesto para eso de andar en par. Quizá (y eso sería más grave) mis recuerdos siguen muy anegados en épocas pasadas. Hace mucho que cosas así no me pasan, y eso es razón de más para envidiar y rememorar.

Alguien decía que no puede llover todo el tiempo. Debería ser así. Quizá entre tanto vagar y divagar te encuentro. A ti o a alguien que disfrute de estas cosas. No toda la vida estará el clima así, y, aunque siempre lo he disfrutado solo, de pronto es trágico no estar con quien aprovecharlo.