No se muy bien de qué hablar, pero es una de esas noches en que, en vez de estar durmiendo, estoy disfrutando la oscuridad de la recámara, la música en mis audífonos y sobre todo, la paz que te da el estar solo.
No esta mal la compañía, jamás rehusaré una buena plática, pero siempre que lo tenga, gozaré poder sentirme a mis anchas, sin ese invisible pero sensible límite que te impone estar con más gente. Si, soné como un vil ermitaño, y sí, sonaré patéticamente contradictorio pedir soledad, justo cuando hace poco intentaba volver a tener pareja.
No es una idea tan encontrada: es mi necesidad de volver sobre mi mismo, sin la ilusión de pretender arreglar algo mal en mi vida o consolarme por algo. No, es esa necesidad de paz. Necesidad de saber que todo esta bien conmigo y que no necesito de nadie para lograrlo. Es esa independencia espiritual y sentimental que sólo el silencio, roto quizá por la música, te puede dar.
No es que no quiera compañía. No es que la necesite. Sí, quiero y me encantaría tener un alguien conmigo, pero no como una necesidad, sino más bien para compartir todo esto. Y quien sabe, quizá para poder ofrecerle un mejor yo.
lunes, 25 de febrero de 2013
jueves, 7 de febrero de 2013
La mudanza, parte 3
Mudarse es toda una aventura llena de cajas, suciedad,
cansancio y vivencias que se quedan atrás justo en el momento en el que -después
de entregar tus llaves al casero- cierras la puerta principal, sabiendo que no
volverás jamás a cruzarla. No al menos de la misma forma.
Mudarse es también mejorar. O al menos eso es lo que debería
ser siempre. Sí, quizá el lugar no es tan grande, ni tiene ese closet enorme
donde cabía todo, ni esa recamara que era casi del tamaño de un cuarto de
vecindad. Cambiamos todo eso por un lugar más pequeño pero que es mucho más
acogedor, por un lugar donde tenemos una ventana donde recrearnos la vista. Si
bien la vista de un hotel de paso no es muy agradable promete eso si tener
cosas muy divertidas.
Tania y yo dejamos atrás Yucatán 69 con un cargamento de
recuerdos (desde los muy buenos hasta los muy malos) y nos encaminamos a Coahuila
30 con la esperanza de dar borrón y cuenta nueva. No es poca cosa, ya que muy pocas
circunstancias en la vida te permiten hacer tabula rasa y reconstruir de nuevo.
Las cosas han ido avanzando muy rápido: Justo el día de la mudanza ya teníamos
nuestra primera fiesta en casa, y al siguiente día nuestra primera recepción oficial
con amigos. De hecho así de rápido ya hemos tenido nuestros primeros corajes,
nuestras primeras decepciones y tristezas, pero también nuestras primeras alegrías.
Mudarse es cambiar en muchos sentidos. Es aprender un
sistema de orden nuevo, buscar un destapador o una taza sin saber donde están
ahora. Es cambiar tu rutina porque ahora debes caminar un poco más al trabajo.
Es la oportunidad de pensar una nueva forma de acomodar los libros o decidir en
donde colgar un cuadro. No sé cómo lo esté llevando mi roomie pero para mí ha
sido muy cansado pero reconfortante y, hasta siento punto, terapéutico. Tanto que
me ha dado valor para hacer cosas que antes me costaba mucho trabajo hacer,
aunque no siempre hayan salido como uno
quiere.
Tres mudanzas en tres años es algo pesado. Mi vida ha cambiado
tremendamente desde la vez que llegué a la torre vigía hasta el cambio al
bunker de Yucatán y, ahora de vuelta, muy cerca de la torre a esta casa. La
vida ha cambiado, he conocido nueva gente, he sufrido pérdidas, gente se ha
alejado de mí. Pero todo ha sido por tratar de seguir viviendo, y más que nada
por intentar vivir como quiero hacerlo. Duele, en algún momento, por las
decisiones que tomas, pero al final todo va encaminado a vivir feliz. Aunque a
veces no parezca.
A nombre de Tania y mío, sean bienvenidos a nuestra nueva
sede. Esperemos la pasen tan bien como nosotros dos ya lo estamos haciendo.
Suscribirse a:
Entradas (Atom)