lunes, 25 de febrero de 2013

Paz

No se muy bien de qué hablar, pero es una de esas noches en que, en vez de estar durmiendo, estoy disfrutando la oscuridad de la recámara, la música en mis audífonos y sobre todo, la paz que te da el estar solo.

No esta mal la compañía, jamás rehusaré una buena plática, pero siempre que lo tenga, gozaré poder sentirme a mis anchas, sin ese invisible pero sensible límite que te impone estar con más gente. Si, soné como un vil ermitaño, y sí, sonaré patéticamente contradictorio pedir soledad, justo cuando hace poco intentaba volver a tener pareja.

No es una idea tan encontrada: es mi necesidad de volver sobre mi mismo, sin la ilusión de pretender arreglar algo mal en mi vida o consolarme por algo. No, es esa necesidad de paz. Necesidad de saber que todo esta bien conmigo y que no necesito de nadie para lograrlo. Es esa independencia espiritual y sentimental que sólo el silencio, roto quizá por la música, te puede dar.

No es que no quiera compañía. No es que la necesite. Sí, quiero y me encantaría tener un alguien conmigo, pero no como una necesidad, sino más bien para compartir todo esto. Y quien sabe, quizá para poder ofrecerle un mejor yo.

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