martes, 21 de junio de 2011

El discreto poder de un día nublado.

Si hay un cliché famoso como el que más ese es el clima de Inglaterra. Siempre se dice que si el frio, que si nunca sale el sol, que si la lluvia latosa. Gracias a las películas o a la literatura barata nos imaginamos un Londres muy Victoriano con esa neblina que no deja ver más allá de las narices, en callejones iluminados vagamente, donde las sombras se extienden sobre las calles de la capital de la vieja Albión. Lástima que ese paisaje no me tocó, a excepción de los días nublados.

Si bien mi primer encuentro con el clima Otoñal de Europa fue en Holanda, puedo decir que –a  pesar de ser muy lindos- no eran tan disfrutables por culpa del frio. Y de la lluvia, que en esos casos es mala combinación cuando tratas de tomar fotografías y caminar por las calles. La verdadera revelación y el primer enamoramiento con el clima fue cuando en una mañana, Vanesa y yo aterrizamos en Liverpool.

Liverpool primero y Londres después me fascinaron por eso. El clima no tan helado, con ratos de sol, casi sin viento. El pasear por las calles así es toda una delicia. Cierto, en México también hay clima así y también es genial, pero para mí hay una diferencia: los climas de Inglaterra estaban libres de recuerdos.

En Londres. Yendo a contracorriente

 Los días nublados son mis favoritos, aunque están cargados de cosas. Muchos de mis mejores y peores recuerdos están ligados a días así. Recuerdos de personas, de actos, de palabras dichas. Caminar una tarde lluviosa por el Centro Histórico puede ser de las cosas que me hagan más feliz y que a la vez me pongan más melancólico. Ya no me pesan tanto como antes, pero recordarlos puede provocar que asomen las lágrimas de mis ojos.

Pero volvamos a Europa. Y es que qué mejor para una persona que está huyendo de los recuerdos para volver encontrar su identidad que un lugar donde prácticamente no existe nada aun que lo ate sentimentalmente a algo o a alguien. Es un lienzo en blanco que puede uno comenzar a pintar libremente, viviendo experiencias nuevas, atreviéndose a hacer lo que uno normalmente no hace, compartiendo cosas que siempre quisiste hacer. Nada mas valioso que llenar el cuadro con experiencias nuevas y con sentimientos renovados al lado de la persona indicada. Y si el clima ayuda como en este caso, uno termina por lograr una comunión consigo mismo que difícilmente se lograría en otras situaciones.

Caminar por Mersey Side, por Lime Street, por los muelles, en Penny Lane o por el Mítico Albert Dock en Liverpool. O en el centro de Londres, en la abadía de Westminster o en Picadilly. En Hyde Park o incluso perdiéndonos en la inmensidad de la City. Ya para cuando dejábamos Londres en mí me sentía no como otra persona, sino como la que siempre fui y que al fin estaba recuperando. Quizá aun no del todo, pero al menos veía claramente el camino. Y es que si en Groningen había recuperado la capacidad de escribir, en Inglaterra, gracias a su frio y sus días nublados, volvía poco a poco a recuperar la capacidad de sentir.

miércoles, 8 de junio de 2011

Crónica del libro que no te devolví

“Me sobran noches; no sé qué haré con tantas noches”
El Largo Viaje, 
Jorge Semprún.

Hace algunos años tú me lo presentaste. Recuerdo que buscabas un tema propicio para tu tesis, y bien a bien no recuerdo como se atravesó (se nos atravesó) en el camino, pero un buen día me estabas contando sobre él.

Cual buenos lectores que somos, comenzaron las reseñas y las pláticas y con ello creció el interés mutuo, hasta que por fin en una librería nos topamos con su (hasta ahora) algo escurridiza obra. Entendía que el primer objetivo era puramente académico, pero realmente la vida de este hombre me interesó lo suficiente como para despertar mi curiosidad.

Joven combatiente en la segunda guerra, preso por los nazis y condenado al campo de concentración de Buchenwald, miembro rebelde del partido comunista español, ministro de cultura, todo esos hechos y oficios fueron definiendo su vida, pero curiosamente el que más me interesaba, el de escritor, no lo ejercería sino hasta veinte años de su prisión. Después comprendería el porqué.

"A cada uno lo suyo", íronica entrada al campo de concentración


“La escritura o la vida”, si mal no recuerdo, fue el libro que nos hizo conocerlo. Ya para cuando lo estudiaste y lo conociste sabías que me atraparía, y así fue. Aún no puedo encontrar historia más desgarradora ni vivencias más traumáticas que las contenidas en ese libro. Y lo peor, o mejor, o vaya usted a saber cómo decirlo, es que prácticamente todo lo escrito allí, había pasado realmente.

He leído a Semprún en varias ocasiones, pero realmente el libro que me dejo hechizado por su crudeza y por el dramatismo al que llega a tender es “El largo viaje”, curiosamente, el primer libro que se atreve a escribir.

Tengo ahora aquí, a mi lado, el libro, pero he de decir que no era para mí. Lo compré para ti, supongo que ya ni lo recuerdas. Muchas cosas pasan, y muchas debieron pasarnos, y el libro permaneció intocable hasta mucho tiempo después, cuando recorría mis libros en el acto de hacerlos míos vía ex libris. Allí lo vi, recordé, y sin más, lo leí.

Puedo decir que redescubrí a Jorge con ese libro, que lo hice particularmente mío en un momento de crisis y dolor en mi vida, y que me enseñó que comparado con el suyo, cualquier otro pesar es sinceramente ridículo. Tomé la decisión de quedármelo porque al final se convirtió en esos libros que han pasado a ser parte de mi bibliografía personal, que definen un cierto punto de mi vida.

Por eso ahora, sé que ambos estamos de luto, porque hemos perdido a uno de los grandes. Porque la memoria sobre esos hechos vergonzosos muere cada vez más y comienzan a escasear los recuerdos de primera mano. O más simple, porque para bien o para mal, de alguna manera, nos definió a ambos.

El libro es tuyo, y si me lo pides, sentiría la obligación moral de regresártelo. Al final sé que estaría en buenas manos, mas quiero por ahora verme algo egoísta y dejar que se quede acompañándome un tiempo más, para poder hacer un mejor duelo.

jueves, 2 de junio de 2011

Recuerdos agolpados

Todos nosotros guardamos lugares, fechas, momentos –agradables o no- en nuestra memoria. Los recordamos con gusto o con tristeza. Los miramos con nostalgia o nos alegramos que esos tiempos ya no sean más. Normalmente la gente tiene un sinfín de lugares o fechas dentro de una amplia gama de opciones que hacen más variadito el calendario o menos pesado el recuerdo.



Pero hay algunos que no. Y yo me incluyo en ese conjunto.

¿Qué tendré que casi todos mis recuerdos se acomodan por si solos en lugares muy determinados? Las fechas, ya sea en días demasiado cercanos, o ya de plano el mismo. Para muestra les pongo un ejemplo:

Recuerdo que en mis correrías por la ciudad, la primera vez que me perdí sin prácticamente saber donde estaba. Caminé y pregunté durante horas Buscando Rock Shop, una famosa tienda que el solo nombre explica todo, hasta que por fin di con ella. Quién diría que unos años después y prácticamente a unas calles estaría en mi segundo proyecto laboral, en mi primer trabajo serio. Quién diría que allí iba a conocer justo a esa persona que cambió mi vida para bien y para mal. Quién diría que por todas esas calles en las que me perdí estaría vagando por las calles aledañas al parque México y paseando justo al lado de la casona que fue el primer edificio de la empresa donde laboro actualmente. Quien me iba a decir que esta zona por donde trabajo y me desenvuelvo sería al final el primer lugar donde viviría solo y por mi cuenta.

Así, cada calle, cada rincón de la Condesa/Roma se me hace tan inmensamente familiar, pareciera que llevo viviendo toda mi vida aquí. Y también es tan doloroso, porque cada banca del parque México, cada calle, cada restaurante u hotel de paso. Cada estación del metro o parada de metrobús tiene un recuerdo demasiado presente y vivo. Y he tenido que aprender a caminar en compañía de esos fantasmas.

A veces románticamente quiero explicar que si camino viendo al piso o de plano jorobado no es por otra cosa sino por el cúmulo de recuerdos, anécdotas e historias que llevo cargando de todos estos lugares.