domingo, 17 de julio de 2011

17 de julio de 2003

A manera de nota: Éste texto lo escribí hace ya 3 años. Tiene sus fallas obvias porque más que una reseña del concierto, quise hacer un recuento rápido de emociones y sentimientos que tenía en esa época. También mi estilo, si bien a la fecha no es bueno, en ese entonces era peor. A pesar de eso, espero les guste.

*** 

¿Cómo olvidar ese día?

Para mí el 17 de Julio de 2003 empezó literalmente desde la media noche. Desvelado, angustiado, cansado gracias a mi trabajo de tesis que al fin quedó listo en esa noche entre el 16 y el 17 y que tenía que presentar temprano ese día. Las emociones estaban a flor de piel y no sabía que me ponía más tenso, si mi tesis sería rechazada o que algo raro pasaría y me impediría estar en el momento que durante más de 10 años había esperado.

Casi no dormí. Y lo poco que dormí tuve pesadillas horribles. Mi asesor de tesis (Un clásico inglés, flemático e impenetrable a toda emoción) no solo rechazaba mi tesis sino que tomaba mi sobre con el logo de ticketmaster y lo hacía trizas frente a mis ojos, mientras me obligaba a rehacer todo mi trabajo justo en el estacionamiento del Palacio de los Deportes mientras dentro se escuchaba Even Flow. Creo que por eso fue de las canciones que más grite ese día. Convencido de que a ese paso no lograría nada bueno, tome la decisión (tonta) de sólo dormir 3 horas antes de levantarme, hacer mi diaria peregrinación desde Coacalco, Edo Mex, hasta las ignotas tierras de la UAM Iztapalapa.



Así fue esa mañana movida, cargando con más de 300 hojas que a toda velocidad imprimí durante la noche, las cuales contenían el paso más grande hacia aspiración de ser Licenciado en Computación y cargando ese boleto que tanto estuve luchando por obtener, desde conseguir el dinero para la zona C (aun era un pobre y estudiante) y con la angustia de buscar un amigo con tarjeta de crédito (lo cual era algo bastante difícil para esos entonces)

Afortunadamente mis pesadillas no se hicieron realidad. Mi tesis fue entregada, formalmente ese día, obteniendo la dichosa firma de aprobación, y en un tiempo que no me espere, ya que contaba con entretenerme hasta mínimo las 5 pm y estaba a las puertas de la escuela con mi emoción a cuestas a las 12.

¿Qué se puede hacer en esos casos? La única opción viable era, llegar al lugar del concierto. Así que sin más me dirigí al Palcio de los Deportes, y desde que llegue allí a las 3 pm hasta que acabo ese concierto no me moví de sus alrededores. Como buen animal solitario que soy asistí solo a ese concierto y solo como estaba le di vueltas y vueltas a los puestos, compre mis souvenirs, pero algo mas allá de todo eso me embargaba: la emoción de ver que no era el único loco al que aun le seguía gustando el grupo. Lentamente veía como llegaba gente con modelos y mas modelos de playeras, desempolvando sus viejas botas y camisas de franela, émulos de Vedder o de McCreedy regados por todos lados. A pesar de estar allí solo ya no me sentía tanto.

Una de las más grandes emociones fue la espera dentro del recinto. Estuve dentro desde que abrieron las puertas y puedo decir que fui el único en mi sección un buen rato. No podía creer el lugar tan bueno que tenia considerando mis recursos (sección C-3 fila E, asiento 18). La espera a pesar de ser eterna fue reconfortante. No es lo mismo esperar algo sabiendo que en 2 horas terminaría a esperar y esperar sin saber cuando llegaría el día.

Al fin Sleater-Kinney apareció y a partir de ese momento los nervios y el cansancio de un día tan agitado comenzaron a hacer presa de mí. Primera emoción de la noche, Cameron se aparece a improvisar en el escenario con las muchachas. Algunos dicen que los demás salieron a ver el show, pero la verdad yo nunca los pude ver. Al terminar show abridor y encenderse las luces vino la  segunda emoción, el Palacio que dejé a medio llenar al inicio ahora estaba prácticamente lleno, y un grito de emoción saludó a los asistentes, sabiendo que ahora estábamos solo a minutos de cumplir nuestros sueños.



Si escuchan la grabación del concierto de ese día al inicio se puede sentir esa sensación que nos embargaba en esos momentos previos. Mucha emoción, mucha adrenalina, pero más que nada lo que había era tensión. Se sentía un ambiente algo pesado en esos momentos. No fue la emoción enorme del día 18 con el grito monumental del inicio ni el ambiente de jolgorio del 19. Ese día estábamos nerviosos, la misma emoción que se siente cuando vas a ver por primera vez a alguien de quien estas enamorado y solo has conocido por cartas. Esperas no equivocarte, esperas que tu peinado este bien, que tu aliento sea impecable. Aquí esperábamos no fallar en nuestro papel de fans al grupo que definió nuestras vidas.

  
Recuerdo muy poco de los momentos anteriores, y solo a mi mente viene el momento justo en que se apagan las luces y me quedo frio ante al grito más monumental que he escuchado en mi vida. Gritar y voltear al escenario fue una sola cosa. Y entonces allí, uno a uno, aparecieron los héroes que pensé jamás vería en mi país. El grito ensordecía, no paraba, y creció hasta un nivel enorme cuando él, Vedder, tomó el micrófono para entonar los primeros cantos de la primera canción del primer concierto de Pearl Jam en la Ciudad de Mexico: Of the girl.

viernes, 15 de julio de 2011

Pláticas por la tarde

Es una tarde nublada, el sol comienza a ser ocultado por las primeras nubes de una lluvia largamente esperada. Día cansado y de viajes en varios sentidos. Sentado a un lado de la silla que mi abuelo siempre ocupaba a estas horas para fumar su sempiterno cigarro, veía el jardín que con tantos cuidados procura mi abuela tenerlo siempre verde, a pesar de lo seco que pueda estar el clima.

Ella, caminando lentamente, pasa justo frente a mí para sentarse y comenzar a tejer, siempre tejiendo es como la recuerdo últimamente. La observo trabajando y me doy cuenta que está muy tranquila, no como si nada pero si relajada, como si no hubiera perdido a su compañero de 81 años de vida.

Como si hubiera sido capaz de leer mi mente, comienza a platicarme cosas.  No sé si más como monologo ya que le cuesta mucho trabajo escuchar, pero comienza a relatarme cómo estaba emocionada el día de su boda.

“Si, ese día estaba bien emocionada. No sabía el porqué. Como que no podía creerlo, ¿pos’ a poco si me voy a casar?”

Y así, sin decir agua va, traslada la escena a unos días atrás, en lo que sería el lecho de muerte de su esposo. Y me suelta a quemarropa que esto mismo que me estaba diciendo se lo dijo a mi abuelo unos días después de su aniversario 81, el 2 de julio. Pero eso no es lo más impactante. Lo que me deja helado en cierta forma es la respuesta que mi abuelo le da:

“Y el día que me muera, vas a estar igual de contenta”

¿Cómo?, le preguntó ella y me pregunté a mi mismo. ¿Es posible que alguien se alegre de la muerte de otra persona? La respuesta me la dio Reyes desde ultratumba, a través de mi abuela que no dejaba de tejer.

“Y pos’ me dijo eso, que ya no me tenía que sentir triste porque total ya estaría muerto y tu viva. Y tú puedes seguir haciendo cosas y yo no. Yo ya voy a estar mejor allá muerto que aquí”

“¡Y no lloré! Cuando lo enterraron nomas no lloré. Y no me dieron ganas de llorar”.

Y a mí al contrario, me dieron todas las ganas de llorar que ella no tenía. Porque lo que estaba escuchando era como si mi abuelo viniera de ultratumba a decirme a mí y a todos que sigamos adelante. Que sigamos viviendo, a pesar de lo tristes que podamos estar, de los problemas que puedas tener. Porque el mejor homenaje que puedes darle a un ser querido que se va es estar feliz por él, porque él ya no padece los dolores que le aquejan.

“Hay que seguir, voy pues, a seguir”. Es una frase del libro “El innombrable” de Samuel Beckett. Esa frase para mí siempre ha sido un lema a seguir, que en buenas y malas me ha ayudado a sacar valor para seguir viviendo. A partir de esa plática en una tarde en un pueblo apartado del mundo, la frase adquiere un significado aun mas especial si se puede, ya que el espíritu de la frase se vuelve a mi expresado en una persona, que sabiéndose a punto de morir quiere mostrar su tranquilidad y su alegría y repartirla a todo el mundo.

lunes, 11 de julio de 2011

In memoriam - Reyes González (1912 - 2011)

Se nos murió el Señor Padre de la oveja negra. Se nos fue de la única forma que pudo haber sido: por el peso de sus 99 años. Contra él no pudieron ni su alcoholismo legendario al que terminó por derrotar hace ya muchos años, ni las enfermedades, ni las cataratas en sus ojos que en una de sus tantas demostraciones de fuerza derrotó teniendo ya más de 70 y que evitó pasar sus últimos días ciego. No pudo contra él el tabaco, ya que hasta apenas hace un año siempre fumaba religiosamente sus faros sin filtro o cualquier otro que se le atravesara. Quizá de los pocos que pudieron contra él fue justamente la oveja negra, y ni tanto porque desde hace años se habían dado el mutuo perdón y reconocimiento.


Yo lo conocí, aunque no lo trate tanto por desgracia. Todo por culpa de esas diferencias que surgen entre Padres e Hijos. Y sin embargo quedan en mi memoria los pasajes que compartí con él, pero sobre todo las historias que mi Padre siempre nos relató.


Se nos fue el sumo patriarca del clan González y ahora todos lo lloramos. Pero lo lloramos a regañadientes porque un Señor como él jamás hubiera permitido que lo hiciéramos. Por su forma de ser quizá lo único que hubiera pedido es que estuviéramos a su lado, le dedicáramos alguna cosa y que siguiéramos viviendo. Justito como él lo hizo, que pintándole cara más de una vez a la muerte siguió adelante contra todo pronóstico, hasta que ya cansados ambas partes de tanto pelear, decidieron tomarse un descanso de toda la eternidad.


Ahora le dedico yo mis lagrimas (las suficientes para no importunarlo) y esto. Ojalá le parezca digno al Señor Padre de la oveja negra.