viernes, 20 de enero de 2012

Reflexionando ando: Sufro Sufro

Yo no sé si he sufrido tanto como otros, pero si he tenido mi buena carga de malestares en este mundo.

Esto del sufrir o estar triste siempre causa escozor en la gran mayoría de la gente, y siempre trata de buscar formas de evitarlo o, ya de perdida hacer como que no pasa nada. Ya saben, consejo clásico de clubdelosoptimistas (Cortázar dixit):

1. Establece un periodo de tiempo en donde has sido tremendamente desdichado, sin importar si realmente lo has sido, y trata de recordar todos y cada uno de esos desgraciados momentos.

2. Voltea a ver el infortunio de alguien que aparenta ser más desdichado que tu. El indigente que vegeta en la esquina de tu calle, la persona que perdió todo, el pobre diablo que no tiene empleo. No importa, lo que debes hacer es establecerte un parámetro de comparación.

3.  Él, el otro, es más desdichado que tú, ergo tú no tienes por qué ser desdichado.

Y ya, fin de la lección. Sonrían todos y sean felices.

Yo no le veo mucho de malo a sufrir. Obvio atrae problemas mentales, de salud si gustan, uno se siente realmente mal y no va por la vida derrochando alegría a nuestros semejantes. Es hasta cierto punto contagioso y deprimente ver a una persona así, pero así cómo creo que igual que una vida de total sufrimiento es mala, una vida de absoluta y completa felicidad se me hace totalmente absurda y en muchos sentidos aburrida. Y hueca.

No estoy hablando ni de la actitud “emo” o de la gente que tiene la patológica idea de sufrir por que sí. Esa gente que se la pasa llorándole a un ex novio(a) por ejemplo, que durante meses y meses y que cada que puede trata de llamar la atención a sus seres cercanos sobre su infelicidad. Attention whores les dicen los gringos y esa clase de bicho inunda las redes sociales. No digo que en cierta forma su pena no sea cierta, pero llega un momento que la actitud mártir cansa y se vuelve manipuladora.

Yo hablo de la gente que realmente sufre por algo y atraviesa momentos difíciles, pasajeros o no, y que tiene de repente ese vacío absoluto de soledad y tristeza por algo real y que difícilmente se va.

Un corazón roto, la pérdida de un ser querido, un sueño no logrado, un fracaso, enfrentarte a la triste realidad de que el humano es un ser imperfecto y traicionero y que siempre te decepcionará. Cosas que realmente calan en el alma y que uno debe afrontar y superar so pena de quedarse atrás en la vida. Algunos han tenido cosas peores, y si bien la edad a veces es factor no necesariamente determina cuanto sufre la gente. Lo que es seguro es que todos en nuestra vida hemos de pasar por algo que nos mueva nuestra vida, y eso no es malo.

Al final la vida no es más que un sube y baja en el que alguien (Dios, Destino, quien sea) nos ha puesto. La idea de un “Pare de Sufrir” se me hace estúpida por ejemplo, porque uno por más que quiera siempre tendrá una pérdida, un dolor, un algo que nos hará tambalear las cosas. Depende de nosotros si queremos permanecer en nuestro lodazal revolcándonos en nuestro dolor o si queremos luchar por salir adelante.

Pero ya me extendí demasiado dando peroratas moralinas. Voy a deprimirme un rato como acostumbro y regreso.

miércoles, 11 de enero de 2012

Perlman is God

Ciertamente el hombre debe vivir con la vergüenza eterna de permanecer sentado, cuando la tradición más antigua dicta que el solista debe estar de pie, compartiendo el puesto de honor al lado del director. Sin embargo la poliomielitis es una enfermedad que castiga y desde niño tuvo que usar muletas para moverse. Y él desquita ese coraje empuñando su instrumento y demoliendo  todo lo que se encuentre a su paso con notas tan precisas como bellas, de las más hermosas que se hayan escuchado en mucho tiempo.

Hace pocos años tuve la fortuna de escucharlo en vivo. Me mató. Beethoven fue el elegido para esa noche, aunque no la obra de Beethoven que más amo. Sin embargo verlo en vivo fue glorioso. Allí estaba él, dominando el escenario con sólo su presencia,  sacando la melodía más asombrosa de su Stradivarius, dictando el camino al resto de la orquesta, embelesando a conocedores y villamelones que nos dimos cita ese día en el Auditorio Nacional.

A Itzhak lo conocí también de esa forma extraña que conozco las cosas buenas. Eran las 11 de la noche en un vagón del metro de la Ciudad de México, yo regresaba cansado a casa después de un pesado día de escuela cuando un vendedor subió a ofrecer sus productos. Vendedor entre tantos pensé yo hasta que me di cuenta qué lo que ofrecía eran casetes originales de música clásica. Vendiéndolos a precio de risa (2 por 10 pesos), maldije mi suerte al sólo tener 20 y que la mitad de ellos era para llegar a mi casa. Sólo compré dos de ellos: uno de Bach, obligado ya que es mi autor favorito, y uno más de Beethoven, que si bien había escuchado no lo conocía aún del todo bien. 

El primero de ellos, el de Bach, lo disfrute camino a mi casa y lo escuché varias veces. El segundo no lo puse hasta que llegue y estaba acostado. Justo allí fue donde conocí a Itzhak y a la sonata, esa Sonata Kreutzer que desde entonces se ha vuelto obligada para mi vida. Jamás me he repuesto de esa sensación. Fue como tener un orgasmo de 11 minutos de duración con la persona que más has amado mientras los coros celestiales se desviven por musicalizar el momento. La obra me dejó estupefacto y aún más quien la interpretaba. Allí lo conocí. Así como Clapton es deidad para la guitarra, Perlman lo es para el violín.

Ese día en el auditorio comprendí lo que significaba tocar con pasión un instrumento. Mozart, Beethoven, Tchaikovsky, Paganini, todos los interpreta de una forma tan viva que cerrando los ojos podrías jurar que lo tienes enfrente. Podría decir  que todos los que respeten y amen la música deberían rendirle culto o por lo menos darse el tiempo de escucharlo una vez.

Las palabras me faltan para definir lo que éste hombre ha alegrado mi vida. Seguro ustedes ya lo escucharon, ya que él es el culpable de las tristísimas melodías de La lista de Schindler, o del violín de Memorias de una Geisha. Además de que toca jazz, salió en Plaza Sesamo, toca música tradicional judía y es de los pocos que se negó a ser dirigido por ese monstruo de la dirección pero de incierto pasado nazi llamado Herbert von Karajan.

Créanme, escúchenlo en una noche como esta de luna llena, apaguen las luces y enfréntense a su violín. Quedarán hechizados cómo muy pocas veces lo han estado.


martes, 10 de enero de 2012

Oda al año del fin del mundo

Para mí los años nuevos no significan gran cosa. Un ciclo que se repite, un cambio de número en el calendario, dejar diciembre y comenzar enero y fuera de las fiestas y puentes vacacionales, volver a comenzar con la rutina de siempre, con la única diferencia de que le hemos sumado uno al año en curso.

Sin embargo, 2012 empezó de una forma. No es que de pronto me haya vuelto un creyente de las señales, pero de repente me pareció curioso que algo que iba dirigido a terminar bastante mal como una celebración de año nuevo, se corrigiera (al menos para mí) con una niñada tan grande y divertida como aventarse a una alberca.

No la primera foto del año, pero sí la que más me gustó

El hecho en sí no tiene nada de novedoso ni de “original”. Es más, hasta parece historia barata de borracho que no tiene mucho que hacer. Pero en cierta forma fue para mí el ver que las cosas pueden cambiar con tan solo hacer algo que es completamente diferente y hasta cierto punto inesperado.

Así las cosas, este año pretendo que sea de viaje y aprendizaje sobre todas las cosas. En gran medida se logrará dejando atrás temas del pasado que ya a estas alturas de mi vida son inútiles de esforzarse por ellas. Quizá empezar por cosas sencillas cómo escuchar un disco completo al día, no necesariamente pero si preferentemente de música nueva para mí, o el decidir un fin de semana tomar mi mochila y ver hasta dónde puedo llegar.

Quiero hacer cosas. Necesitaré de repente ayuda porque mis fuerzas a veces no me alcanzan. Irónicamente, quiero vivir este año como si fuera el último de nuestras vidas aunque a veces mis ataques de depresión me lo impidan. La gran diferencia es que me he encontrado con gente que me ayuda a hacer mucho más llevadera esta vida. Entre las nuevas y viejas amistades habrá que salir adelante.

Gracias 2011, fuiste bastante buen año. Bienvenido 2012, ya veremos que sorpresas nos tienes reservadas.

domingo, 1 de enero de 2012

Bitácora de vida - Guadalajara (4)

Es curioso cómo este lugar siempre me ofrece cosas tan diferentes. Ahora no ha sido la excepción y considerando que las cosas han estado raras y extremosas, puedo decir que un buen fin de año. Siempre pasarán cosas buenas cuando estas con la gente que quieres.

¡Ah! Y también, si las cosas se ponen muy mal, siempre puedes tirarte de noche a una alberca...