martes, 10 de enero de 2012

Oda al año del fin del mundo

Para mí los años nuevos no significan gran cosa. Un ciclo que se repite, un cambio de número en el calendario, dejar diciembre y comenzar enero y fuera de las fiestas y puentes vacacionales, volver a comenzar con la rutina de siempre, con la única diferencia de que le hemos sumado uno al año en curso.

Sin embargo, 2012 empezó de una forma. No es que de pronto me haya vuelto un creyente de las señales, pero de repente me pareció curioso que algo que iba dirigido a terminar bastante mal como una celebración de año nuevo, se corrigiera (al menos para mí) con una niñada tan grande y divertida como aventarse a una alberca.

No la primera foto del año, pero sí la que más me gustó

El hecho en sí no tiene nada de novedoso ni de “original”. Es más, hasta parece historia barata de borracho que no tiene mucho que hacer. Pero en cierta forma fue para mí el ver que las cosas pueden cambiar con tan solo hacer algo que es completamente diferente y hasta cierto punto inesperado.

Así las cosas, este año pretendo que sea de viaje y aprendizaje sobre todas las cosas. En gran medida se logrará dejando atrás temas del pasado que ya a estas alturas de mi vida son inútiles de esforzarse por ellas. Quizá empezar por cosas sencillas cómo escuchar un disco completo al día, no necesariamente pero si preferentemente de música nueva para mí, o el decidir un fin de semana tomar mi mochila y ver hasta dónde puedo llegar.

Quiero hacer cosas. Necesitaré de repente ayuda porque mis fuerzas a veces no me alcanzan. Irónicamente, quiero vivir este año como si fuera el último de nuestras vidas aunque a veces mis ataques de depresión me lo impidan. La gran diferencia es que me he encontrado con gente que me ayuda a hacer mucho más llevadera esta vida. Entre las nuevas y viejas amistades habrá que salir adelante.

Gracias 2011, fuiste bastante buen año. Bienvenido 2012, ya veremos que sorpresas nos tienes reservadas.

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