domingo, 21 de noviembre de 2010

Bitacora de vida.

Los eventos se han apoderado de mi vida a un ritmo escalofriante. Tantas y tantas cosas vividas en tan poco tiempo. Como si hubiera envejecido 30 años en 10 meses y como si los hubiera recuperado en cuestión de semanas.

Ha pasado de todo. Desde la más irresponsable furia hasta el dolor más amargo. Desde los sueños cumplidos como en cascada hasta la lenta reconstrucción de un corazón roto.

De pronto estoy mareado de tantas cosas. Por un momento la vorágine que me atrapó parecía que no tendría fin. Hasta ese día donde decidí que valía más la pena estar bien. Quizá no feliz, pero si al menos bien.

Saborear las mieles del enamoramiento más completo para pasar a la más absoluta depresión, todo en cuestión de minutos. Amanecer sonriendo para dormir llorando. Esa fue mi vida durante un buen rato. El esfuerzo por terminar con todo eso que me estaba destrozando también significó asumir una pérdida, una de las más grandes que hasta ahora he tenido que afrontar. No es fácil asumir esa responsabilidad. Sin embargo mi vida y mi salud mental me lo exigían. Tener que afrontar el hecho de no verla más con tal de ser nuevamente yo mismo. Con tal de no lastimarme más. Ver por mí y nada más que por mí.

Año de viajes, de reencuentros, de dulces venganzas al destino, de asumir responsabilidades por el pasado, año de perdonarme viejas heridas y asumir nuevamente el control de mi destino. Año de luchar por algo que no tenía caso y año de luchar por recuperar todo aquello que di. Porque lo que di fue ni más ni menos que mi esencia, aquello que me hace ser una persona única e irrepetible.

Ahora, que al parecer mi vida entra por fin en un periodo de calma, vuelvo la mirada y contemplo lo que sucedió apenas unos meses atrás y me estremezco por ver todo por lo que he pasado. Recordar como mi alma se envenenaba y se volvía gris, como mi rostro comenzaba a cubrirse de arrugas, surcadas por los ríos de lágrimas que no cesaban. Sentir como me volvía lentamente en un ser sin luz, sin alma, sin gracia, sin vida. Y después verme ahora, quizá no sano del todo pero si con la idea de salir. De repente amanecer un día sin pensar que todo se me viene abajo es algo que parece nuevo, pero que sin embargo esta allí. Y me alegra.

Es curioso, este año lo inicié con la idea de que sería uno de los mejores de mi vida, y así ha sido, sólo que no se dio de la forma que yo pensé. De hecho sucedió justamente con el opuesto.

Estoy solo, si, pero no le temo a la soledad. De hecho voy aprendiendo más a ser feliz con lo que yo mismo puedo hacer, sin depender de los demás.

Y creo que eso es lo más valioso que he ganado.

1 comentario:

  1. Mi amiga la Pony suele decir que así son los escritores de este sitcom que llamamos vida: con una mano te muestran un mapa de por donde vas a ir, y con la otra preparan el bat para desorientarte, después te vendan los ojos y te dejan caer de un helicóptero en la selva... aún no hay comentarios de si hay Predators en la selva o no. Chido post!

    ResponderEliminar