martes, 30 de noviembre de 2010

Sacar, sacar, sacar la basura sacar

Hacer limpieza es una de esas cosas que entran en la categoría de "necesarias pero mientras por más tiempo se evite, mejor". Sabes que llegará el día en el que debas armarte de escoba, trapeador y mucha paciencia para hacerlo.

Pero para su servidor dicha actividad reviste peligros aun más grandes que terminar más empolvado que señora copetona. Yo entro en la categoría de los limpiadores melancólicos/nostálgicos, lo cual puede convertir esta actividad, ya de por si pesada, en todo un viaje mágico y misterioso por rincones perdidos del pobre e inocente limpiador. Me explico. Estoy hablando de realmente remover los escombros emocionales que uno trae por dentro y no tan solo recordar cuando uno era lo suficientemente niño y no debía preocuparse por hacer estas cosas.

Y es que uno no puede resistirse a la tentación de abrir los libros viejos porque de repente recuerdas lo mucho que lloraste cuando D'Artagnan murió peleándose con los Holandeses. No pierdes la oportunidad de ponerte sentimental al leer la dedicatoria que pusieron en este otro libro, o volver a sentirte adolescente al ver los besos que pintaron en tu viejo cuaderno de Historia de México. Porque todavía conservas esos cuadernos y otras cosas peores. Sabes que son inútiles para tu vida actual, y sin embargo los guardas  con el muy sobado y absurdo pretexto de "igual y después lo uso", aunque sabes que primero pasará que tu madre limpie tus cosas a que tu vuelvas a abrir un cuaderno de estos para estudiar.

Y es que prácticamente cualquier cosa sirve para distraerte de tu higiénica misión. Y eso también nos lleva a otro trauma que sufrimos los limpiadores con corazón de pollo. Si, cierto, sabes que todo eso es basura pero ¿quién tiene el valor para atreverse a tirar cualquiera de esas cosas? Porque no estás hablando de cualquier cosa. Abres una caja y vez las pelotas de tenis que tu abuelita les quitaba a otros niños para regalártelas ¿Qué clase de criminal serías tirando semejante prueba de amor? Antes prefieres que se queden años sepultadas debajo de tu cama (como de hecho pasa) a osar si quiera ponerlas en una ignominiosa bolsa negra.

¿Qué me impulsa a ponerme así? ¿Autoflagelación? ¿Nostalgia? ¿Buscar algo en que perder el tiempo y no concentrarse en la labor? No lo sé. El punto es que ya para cuando te das cuenta han pasado horas y tu ni siquiera has comenzado a limpiar realmente, hasta ahora sólo has movido el polvo de lugar. Y eso que aun no llegas a la sección de las fotografías y las cartas.

La cosa promete ponerse peor.

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