viernes, 24 de diciembre de 2010

Bien lo sabías Beethoven



El silencio de la habitación parece casi sagrado.

Las palabras justo se nos han terminado y la calma que prosigue nos envuelve.

Te tengo allí, frente a mí, tus ojos cerrados, mi mente dando vueltas. Tus labios que parecen esbozar una sonrisa, los míos que saben bien lo que quieren mas no si deben hacerlo.

La calma del lugar contrasta con el desorden de mi corazón. Palpita, se desboca, deja paso a un caos que armoniza con el que en esos momentos destroza mi mente.

No atino a hacer nada más que a besar tu frente. Mis labios la rozan, la sienten. Mi corazón contagia de su temblor a mi cuerpo. Mis labios pierden el control, mi mente ya no piensa en otra cosa, mi boca baja a tu nariz, a tus mejillas, y en un arrebato de valentía recorro tus labios con los míos. Temeroso me retiro, te veo, veo tu sonrisa, yo ya no pienso, vuelvo a besarla lentamente, fundo mis labios con los tuyos, acaricio tu rostro, trato de grabarlo en mi memoria.

(Alto. Por un segundo busco tu mirada, pero permanece cerrada, trato de penetrar en tus sentidos, tu sonrisa es lo único que veo, que me da un norte a donde seguir. Sigamos entonces)

Mis manos toman tu talle, buscan con ansias tu piel, nuestras bocas se devoran con la suavidad de la pasión largamente contenida, no se desesperan a pesar de tener todo en contra. Nuestras lenguas se conocen, se recorren. Siento tus manos en mi cuerpo, tiemblo, sonríes nuevamente, busco nuevos sitios donde abrevar, donde recorrerte, asalto y te tomo como si el mañana no existiera, como si la vida se nos fuera en esos instantes.

(La calma no cesa, la expectación de que algo termine con el momento crece, desde mi puesto de observación recién instalado en ti te vigilo, se que tú haces lo mismo, los dos nos abandonamos, nos extraviamos el uno en el otro)

La pasión nos derrota, nos dejamos vencer, nos dejamos llevar, de pronto no somos más que uno solo buscando lo mismo, cada quien desde sus miedos, desde sus traumas. Solo nos detenemos para seguir aun más, para explorarnos más.

(Lo que al inicio parecía un solo ahora es un concierto a dos voces, disonamos sólo para volver a armonizar, nuestras manos son las batutas, nuestros labios los instrumentos. Tratamos de mostrarnos uno al otro quien ejecuta mejor el suyo. Entre adagios y allegros nos retamos, me das la nota a seguir y yo la sigo. Impongo los silencios sólo para que tú los termines, los complementes)

La calma llega, si bien el concierto no termina. Es solo un alto, porque en cuanto existe un resquicio vuelvo a atacar. Porque en cuanto sientes que la música fluye tú respondes, porque ésta inquietante sucesión de clímax y reposo nos envuelve, porque a pesar de que los instrumentos dejen de sonar, sabemos que los ecos de la sonata seguirán, por más que la música haya cesado.

No hay comentarios:

Publicar un comentario