viernes, 21 de enero de 2011

¿Liverpool? ¿Yo?

Ser fanático de los Beatles en México es algo cercano al lugar común. Y es que si sumamos la idolatría que aquí sentimos por nuestros artistas favoritos al hecho de que (quieran o no) The Beatles es un grupo que ha venido transformando la música desde hace cinco décadas, obtenemos como resultado una de las formas de idolatría más bizarra, incondicional y duradera  que se hayan visto en esta o en otras tierras.

El cómo me convertí en beatlemáno es una historia curiosa, que tiene que ver con el hallazgo fortuito de un casete virgen y la pregunta de ¿con qué música llenarlo? Tenía 10 años y aún no me había planteado seriamente dicha pregunta. En casa no tuve por desgracia mucha influencia musical. Más allá del gusto de mi padre por la música de acordeón y el de mi madre por José José y Marco Antonio Muñiz no se escuchaba más música, así que fuera de las canciones de Cri-Cri, mi infancia musicalmente hablando fue paupérrima.

Hace poco, cuándo hacía limpieza en casa de mis papas (cuya anécdota quedó registrada en un post anterior), encontré ese famoso casete. De inmediato recordé el momento en que, después de llegar a casa, me puse a recorrer la radio buscando en qué grabar. Pasé literalmente por todo lo imaginable: desde la influencia materna con José José, hasta la ahora innombrable afición por los Tigres del Norte (no me señalen con el dedo, era solo un niño). Grabé un poco de aquí y de allá, pero lo que poderosamente llamó mi atención fue una canción algo extraña, con mucho grito y con una voz que cantaba a todo pulmón. Así es señores, Dios sabe cómo, pero los astros se habían alineado para que cambiara de estación de la radio justo en una hora entre 1 y 2 pm a Universal Stereo.

Quienes vivan en México DF o sean medianamente Beatlemanos sabrán ya de qué hablo. Justo a esa hora, en esa estación se ha transmitido desde hace ya décadas un show exclusivamente dedicado a música de los Beatles, de su época como grupo y de sus carreras solistas. La primer canción que escuche con atención del grupo y que grabé en el casete fue She Loves You. Llamó mi atención lo suficiente como para tomar algunas decisiones que cambiarían mi vida: primero, borrar del casete todo lo que ya tenía previamente grabado. Segundo: comenzar a grabar TODO lo que pudiera del programa y tercero, buscar la forma de financiar la compra de más casetes vírgenes.

Desde entonces fui aprendiendo cosas. Aprendí que los monitos que tocaban esa música eran cuatro, que John tocaba la guitarra y ya se había muerto, que Paul era el bajista y era el galán (sigue siéndolo, como varías mujeres han tenido a bien recordármelo), que George le tupía a lo hindú y que Ringo era el más gracioso y que era inmortal (hasta ahora no se ha muerto, por lo que sigo creyendo firmemente en eso), que los cuatro eran ingleses y que hicieron del mundo su parque de diversiones durante el periodo de 1962 a 1970, hasta que un 10 de abril (otra señal divina, que quieren) se separaron definitivamente.

Hay un detalle curioso, que en realidad es lo que provocó todo este discurso y que ahora más que nunca lo recuerdo con una sonrisa en los labios. Estos cuatro entes, que alguna vez fueron jóvenes y fabulosos (Harrison dixit) nacieron en un pueblito (al menos así lo imaginaba) de nombre Liverpool. En esos días, donde no existía Internet entre los mortales y que mi acceso a libros era casi nulo, no conocía gran cosa de la ciudad más de lo que de repente comentaba el locutor en la radio. Ciudad a orillas del mar, uno de los puertos más importantes del mundo, semidestruido por la Segunda Guerra Mundial, sin mayor encanto que el hecho de ser la tierra donde mis nuevos héroes habían nacido. Como toda imaginación infantil, en esos días lo último que se me antojaba era ir a un lugar tan feo, nada mas por el hecho de que ellos habían nacido allí.

Cómo cambiaron las cosas y las opiniones después. Alguien cuando lea este post se reirá mucho de mí, y más después de haber pasado una madrugada fría y sin dormir en Bremen, Alemania, esperando tomar un avión que conduciría a lo que ella (y muy en el fondo yo) consideraba una ciudad fea y sin chiste.

El tiempo se encargó de ponerme en mi lugar.



1 comentario:

  1. Vi una foto de Paul de ´hace un par de meses que vino a México. No se si será el fotógrafo, la luz o coincidencia, pero es idéntico a Chavelo.

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