jueves, 3 de marzo de 2011

We will never quit!

“Everyone’s got to have the sickness
‘cause it everyone seems to need the cure…”

 Llegaron a mi vida de la forma más rara, aunque debo decir que llegaron de la única forma que llegan a mi vida las cosas que valen la pena: Por pura casualidad.

Corría el año de 1995. Para ese entonces yo estaba más que perdido en la vorágine del grunge. El alternativo de los noventa ya estaba arraigado de forma permanente en mi vida y Pearl Jam ya  compartía mi divinidad musical al lado de The Beatles. Si algo recuerdo con cariño de esa etapa y de esa década en particular es que opciones musicales había por donde sea. A cada instante surgían bandas y mas bandas, algunas buenas, algunas perfectamente asquerosas, pero uno no se podía quejar con la variedad.

Para esos días claro que ya los había escuchado. Su gran boom fue en el 1991 pero para esas fechas aun no tenía gran conciencia de lo que pasaba en el mundo. No me había dando el gran madrazo vamos. Conocía y me gustaban las clásicas, ya saben, Enter Sandman, Nothing Else Matters, pero no les había dedicado tanta atención. Para mi Metallica en ese momento seguía siendo uno de esos buenos grupos que por la época acostumbraba devorar vía los audífonos de mi walkman amarillo pirata.

Pero regresemos al 95. Para finales de ese año era un muy emocionado semipuberto que estaba dándose encontronazos con la realidad gracias a la universidad. De entre todas las cosas que me dejó, fue conocer al culpable de que ahora tenga una trinidad en mi cielo de los músicos. Y es que mi amigo Jaime fue el responsable que me perdiera como los cuatro jinetes mandan en las redes de la vertiginosa música muevematas de Metallica.

Si bien entre juegos de basquetbol y pláticas clásicas de personajes de esa edad fue surgiendo el tema, lo que me dio el volteón fue cumplir con uno de sus encargos. Por extraños azares del destino yo era algo así como su “dealer” en varias cosas. Quizá por mi facilidad para encontrarlas o su absoluta flojera para ir a buscarlas, de repente el señor me hacía ciertos encargos. Un día como cualquier otro me encomendó la difícil tarea de encontrar los conciertos que Metallica diera en 1993. Difícil para cualquier otro que no tuviera en sus neuronas el dato de que habían sacado alguna vez una caja con todas esas cosas. Para no hacer el cuento largo, le compré la mentada caja, tomando como único pago que me grabara en dos casetes (que llevé ex profeso) el dichoso concierto.

Aún puedo recordar ese momento. Sentado en el metro, con un largo camino por delante para llegar a casa, coloqué el casete en mi mencionado reproductor. 2 horas después, con los oídos zumbándome y con las manos sudorosas había sufrido mi conversión. Así es, mi primer disco completo que escuche de Metallica fue el mítico concierto grabado en México y contenido en la caja “Live Shit, Binge and Purge”. Como anécdota al calce, esos casetes fueron escuchados una y otra vez durante casi dos semanas hasta que uno de ellos se rompió.

Todo fue de bajada después. Corrí con mi vendedor de casetes pirata de confianza (no había mp3 aún corriendo por las calles mis niños) para buscar todo lo que pudiera de esos señores. Tocado por el destino, el segundo álbum completo que escucharía sería Master of Puppets. Sin ser de ninguna forma metalero ya estaba rendido a sus pies. No podía creer que un grupo así pudiera componer semejantes cosas. En menos de una semana llegarían el Kill’em all y El negro (que al fin pude escuchar completo), y así sucesivamente.

Después de recetarme toda la discografía, me uní a las masas que con desesperación esperaban un nuevo álbum de Metallica. Habían pasado ya 5 años sin que sacaran algo y la expectativa al saber que ya estaban en el estudio era mucha. 1996 fue el año elegido, y no podían haber elegido otro año mejor. Año de la caída del grunge, del desmembramiento de varias bandas importantes, 1996 me vino a traer dos de los álbumes definitivos en mi vida: “No code” de Pearl Jam y “Load” de Metallica.

Load para mí es el disco que convirtió a Metallica en mi tercer grande. Muchos lo odian, muchos señalan ese álbum como el inicio de la decadencia que remataría con el St. Anger. No, ya no eran los mismos. Hettfield y compañía habían decidido raparse. Pero la música en ese álbum es genial. No, no hay trash, hay una mezcla que para mí es única, hay mucha influencia del grunge (Alice in Chains ronda mucho por allí), hay coqueteos con el Blues, hay grandes letras. Para mí el Load sería un disco legendario si cualquier otro grupo lo hubiera grabado, pero tiene la doble mala fortuna de ser un disco de Metallica y de que los fans de Metallica son tanto o más aferrados que los fans de The Beatles.

Metallica influyó en mi vida de muchísimas formas. Al enterarme que la canción “The call of ktulu” estaba inspirada en un libro de H.P. Lovecraft me movió a leer los relatos de este señor, con todas las consecuencias que ahora tengo. El concierto de Metallica en 1999 fue mi primer gran concierto al que asistí (como olvidar las famosas sillas voladoras). De una vez por todas me animé a aprender a tocar la guitarra sólo para ver si era capaz de tocar Nothing Else Matters. Y así puedo seguir diciendo cosas.

El amor que le tengo a esta banda se ha conservado a pesar de los corajes que me ha dado. Los odié cuando me entere que Jason había salido de la banda, y los odié más cuando supe las razones (si bien ver a Lars llorando como nena frente a Dave Mustaine fue una gran satisfacción por la afrenta). Menté a sus cuatro sacrosantas madres con el affair Napster y casí abjuro de ellos cuando escuché el St. Anger. Pero como en todas las relaciones, siempre han hecho cosas para no perderme definitivamente.

Su lugar en mi corazón está intacto y creo que así permanecerá. Eso sí, a pesar de que he ido a ver a Metallica seis veces en mi vida en vivo (Cinco de ellas en menos de un año) cada que escucho una grabación en vivo suya o que asisto a uno de sus conciertos, a mi mente viene toda la energía de esos casetes que me hizo voltearlos a ver sin contestaciones. No han dejado de ser los cuatro jinetes, pero de verdad da algo de nostalgia el poderío que tenían en de esos días.

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