jueves, 20 de octubre de 2011

Carta a mí mismo

20 de octubre de 2011, noche fría en la Roma.

He tenido últimamente demasiadas cosas en las que me he ocupado, y por desgracia no han sido las que más me gustan. Vamos, me gusta mi trabajo pero no sólo de trabajo vive el hombre.

Últimamente también he resentido un poco estando solo. No he tenido tantas conversaciones interesantes como me gusta ni tampoco he hecho nada digno de escribir o de contar. No había escrito nada y de hecho la única persona con la cual podía realmente platicar, aunque sea por carta, ha sido en cierta forma arrebatada por otra persona. Y lo merece la verdad. Pero heme aquí atrapado y sin forma de expresarme ni con quién abrirme para ver si puedo sacar lo que traigo dentro. Así que si no tengo con quien hablar o a quien escribirle una carta, decidí escribirme a mí mismo.

La vida en solitario es a veces pesada. Uno debe tomar decisiones por todo y uno debe hacerse cargo de todo so pena de que el caos poco a poco lo absorba. Veo mis cosas, mi “casa”, y de cierta manera siento que he hecho algo, aunque tengo esa gran insatisfacción del que aún busca algo más. Mi trabajo es bueno aunque lentamente comienza a matarme (Radiohead dixit), sigo estando soltero, lo cual es bueno y malo a la vez, sigo empeñándome en aferrarme a mis decisiones, por más tontas que estás puedan parecer. He perdido y ganado amistades. He dejado pasar oportunidades que quizá nunca pueda volver a recuperar y he hecho cosas con las cuales he soñado. Y aun así siento que algo me falta.

¿Me faltará una persona con quién compartir todo esto? Quizá. A veces me gustaría llegar a casa y saber que alguien me espera o que le gustaría saber cómo me fue en mi día. Que me hiciera reír o que tan solo nos quedáramos en silencio y en paz. Extraño un poco todo eso, el hablar con alguien sobre mi día no sólo como quien da el informe de actividades sino como ese dialogo que involucra sentimientos y razones. Hace poco recordaba los días buenos con Patricia o las pláticas hechas a base de silencios y voces con Vanesa, por sólo decir algo.

Aunque a veces recuerdo que la soledad no es mala. Me ha permitido crecer, o al menos eso pienso. Aquella persona que no ha sentido la satisfacción de abrir la puerta de su casa y disfrutar de un largo rato de silencio rodeado por su propio ambiente entonces le falta mucho por vivir. La convivencia es necesaria, como necesario también es para mí estar lejos de todo y todos. Aquí, arriba, en mi árbol.

Estoy cerca de Noviembre y se lo que eso significa. Hace un año lo pude soportar gracias a ese viaje, el cual también hace un año que fue. Quizá ahora estoy así sabiendo que se acerca peligrosamente y yo no estoy muy en guardia para recibirlo. Podría ser que por eso no me gustaría estar solo cuando llegue pero también sé que es una de las cosas que debo exorcizar si es que quiero seguir adelante. No puedo ser juez y parte y darme consejos a mí mismo, sabiendo que estos me costarán mucho trabajo cumplirlos. Sé que estaré pensando demasiado en Noviembre y lo que significa, y que debo soportarlo. Quizá solo, quizá no, pero es algo que debe pasar.

Conforme pasa el tiempo me pregunto más que será lo que hay de malo en mí. ¿Habrá algo malo en mí? Sé que todo mundo me dirá que no, que valgo mucho y que tengo mucho. Pero, entonces ¿por qué sigo así? No sé si sea inseguridad, o falta de confianza, pero sigo sintiéndome tanto o más incompleto que antes. No me he dado por vencido y eso ya es ganancia, pero a veces siento que las fuerzas terminarán y yo seguiré exactamente igual.

A falta de remitente, me he elegido a mí mismo como el que recibirá estas letras. Algo absurdo si considero que va a parar a un lugar donde todo mundo puede leerlo pero al final es igual. Todo mundo es sinónimo de nadie, porque quien lea esto sólo pensará en que es un debraye más de una mente ociosa. Todos menos yo, que soy el único que sabe lo que en estos momentos trae dentro. Y quien sabe, a veces yo mismo no sé qué me traigo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario