lunes, 24 de octubre de 2011

Mi 22 de octubre

Como había dicho en una entrada anterior, tengo la costumbre (buena o mala, no sé) de que varios eventos de mi vida o relacionados con ella suceden en una misma fecha. El pasado 22 de octubre fue uno de esos por dos razones: En primer lugar Pearl Jam cumplió 21 años de haber debutado en vivo. En esos momentos aún no eran Pearl Jam (eran Mookie Blaylock) y tocaban bastante mal (por más que uno sea fanático de la banda hay que aceptarlo, ¡qué feo tocaban!) y, a pesar de que yo no soy para ellos más que un fan de tantos, ellos para mí han sido parte fundamental de mi vida.

Pero no todo en la vida es Pearl Jam.

Un 22 de octubre pero del año pasado este su muy chafa héroe se encontraba abordando el avión que lo llevaría a recorrer el viejo continente por primera vez en su vida. Y créanme, esa ha sido una de las experiencias que más ha cambiado mi vida en muchos de sus aspectos. 

Lo precipitado de la decisión y lo apurado de los planes le dieron aún más un toque de aventura. Conforme se acercaba el día la ansiedad me atacaba más y más. No podía dormir, no podía comer, me pasaba repasando una y otra vez si no me hacía falta algo, las noches que podía dormir sólo era para soñar que el avión me dejaba. Ansioso y desesperado como siempre he sido pues. Incluso el mismo día, 22 de octubre, me encontraba buscando unas tortillas que Vanesa tenía a bien haberme encargado y que en mis nervios se me olvidó comprarle.  Fueron sustituidas por unas patéticas tortillas dietéticas hechas a base de nopal, que ella tuvo a bien resignarse a aceptar. El algo es mejor que nada jamás había sido aplicado con tanta resignación.

La última foto tomada en México el 22 de octubre, no muy artística pero si muy descriptiva

La emoción de estar en el taxi rumbo al aeropuerto y la llegada a él es algo que todavía me hace sonreír. Durante los años anteriores sólo había hecho ese camino para despedir a amigos que hacían algún viaje importante o se iban de vacaciones al extranjero. Irónicamente en la ocasión en la cual yo debía ser el despedido nadie fue, nadie me acompañó. Quizá en parte estuvo bien porque me evitaron las despedidas que no me gustan del todo, pero me hubiera gustado tener a alguien allí para compartir esos momentos. Todo se limitó a una nota tonta en Facebook y a esperar valientemente el momento de la salida. Todavía no tenía idea de todo lo que me esperaba. Amsterdam y Vanesa estaba a unas cuantas horas de recibirme y con ellos una de esas aventuras que para siempre vivirán en mi corazón.

No sé cuándo regresaré. Yo espero que el próximo año sea el momento para estar de nuevo allá, pero por mientras estaré en estos días recordando un poco de lo que fue esa aventura de un chilango en las Europas.

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