Con todo lo cliché que pueda sonar, puedo afirmar que el
momento en el que decidí qué profesión escogería fue cuando me paré por primera
vez frente a un video juego. Más allá de la afición que en ese momento nacía y
que me provocaría severos traumas con los juegos difíciles y problemas
familiares por quedarme con el cambio cuando mi madre me mandaba por las
tortillas, en ese momento también nacería esa curiosidad por saber de qué
manera se podía lograr que un aparato de televisión empotrado en un enorme mueble
de madera me mostrara algo distinto a una telenovela o una caricatura y saber
la magia que había detrás de todo eso.
Una de mis primeras decisiones "serias" en mi vida
vino gracias a eso. Después de aprobar dos exámenes para entrar a diferentes
preparatorias, cambié el estar en turno matutino (el favorito de las madres) en
una por entrar al turno vespertino en otra (ya se imaginarán a mi madre), sólo
porque en dicha escuela estudiaría además la carrera de técnico programador de
computadoras. Así fue como entré al mítico CBTis 133 de Villa de las Flores y
así fue como inició mi carrera como programador.
Hermosos chistes de computación. Uno aprende a ser feliz con ellos. |
Sin embargo, no toqué una computadora de verdad sino hasta
el quinto semestre en el que estudié en dicho lugar, gracias a las políticas
educativas que no estaban muy modernas que digamos y no había dinero para
despilfarrar en escuelas con pretensiones modernas como la mía. A pesar de eso
creo que fue lo mejor que me pudo pasar porque aprendí que para ser un buen
programador no se necesita estar gastando horas nalga frente a un CPU. Descubrí
que la herramienta más importante para el programador no es la computadora sino
su cerebro, y con él la capacidad de abstracción y lógica. Aún recuerdo con
alegría como de noche me ponía a escribir programas y más programas de cuantas
cosas se me ocurriera sólo con la ayuda de mi viejo libro de lenguaje Pascal.
Más de uno debe estar pensando de mí que era un ñoño de lo peor (eso ya lo he
aceptado muchas veces) pero en ese momento me di cuenta que eso era para lo que
estaba destinado.
Ya en la universidad las cosas fueron poniéndose más
interesantes. Aprender a armar una red y comprender de donde nacen los
protocolos de comunicación, saber cómo funciona internet, cómo hacer tu propio
lenguaje de programación con compilador incluido, diseñar y emular un
procesador de 64 bits, comprender las minucias que rodean al mundillo de la
informática y sus regulaciones, todo eso lo aprendí con alegría pero también
con mucho sufrimiento.
Creo que la computadora no tiene secretos para mí. Se
armarla, se destriparla, programarla, si bien windows aun me da dolores de
cabeza creo saber que hay detrás de un sistema operativo. También puedo decir
que soy excelente programador. Algo retro por los lenguajes que actualmente
manejo pero soy bastante competente en lo que hago. Disfruto mi carrera, me
encanta el trabajo, quizá no tanto cuando debo lidiar con clientes, pero en términos
generales puedo afirmar que hago estoy alegre con mi profesión y soy muy bueno
en ella.
Pero hay un algo que siempre nos aterroriza. Cuando mis
hijos escritos a base de lenguajes de programación y mucho cerebro son
entregados a los usuarios todo puede pasar. Ellos no pueden usarlos con el amor
que merecen, los entienden mal, los hacen sufrir y a nosotros con ellos. Un
programador no tiene derecho a nombrarse como tal hasta que sus creaturas son
sometidas a la mano torpe y fría del usuario final y que éste comience el acoso
para hacerlo funcionar. Todo esto se eleva de manera exponencial cuando los
programas a liberar rebasan la decena.
"Liberación a producción" son palabras que
resuenan en mi mente en estos momentos y es algo que no le deseo a nadie. Todo
puede pasar. El caos se adueña de todo, sistemas, redes, humanos. Morphi
estaría en su parque de diversiones favorito.
Y no es queja, es sólo un grito silencioso que surge desde
mi interior que me dice: "Te gusta tu profesión Javier, de verdad que te
gusta"
Excelente post me encanto
ResponderEliminarQué puedo decirte? Me identifico; aunque nosotros lo nombremos distinto es básicamente lo mismo: Confíales a extraños tus horas de dedicación para que hagan comentarios desatinados y espera como condenado esperando absolución mientras otros prueban (sin ti, sin defensa y sin porqués). Ánimo.
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