A Ana, a Martín y a Sofía. Gracias.
En 1999 aún tenía la condición de estudiante ("estudihambre"
dirían los clásicos) y por consiguiente con nulas entradas de dinero. Es por
eso que cuando escuché el anuncio de la visita de Metallica (como nota curiosa,
la noticia la escuche de la locutora Fernanda Tapia en la vieja estación
Radioactivo pero no en la radio, la tenía frente a mi cuando lo dijo gracias a
que estaba en un evento dentro de la estación) ese año me puse poco menos que
histérico.
Sin dinero y sin tarjeta (de crédito) Javier pierde la
cabeza. Hube que recurrir a lo más bajo (pedirle dinero a un amigo) para poder
comprar un boleto, de la sección que fuera, para estar presente en el evento. Y
así fue. Mi primer concierto realmente masivo y mi primer encuentro con el foro
Sol se dio ese día, Viernes 30 de abril de 1999 en el concierto compartido con
Monster Magnet (olvidables), Pantera (desmadre total) y Metallica.
Disfrute mucho el concierto, no puedo negarlo. Jamás
olvidaré las sillas volando encima de la gente y el estado de caos que Pantera
provocó entre la gente, sin embargo el enorme pero del día fue el lugar donde
quedé. Mi asiento estaba en las partes más altas y traseras (Sección Naranja
17, aka. El Quinto Infierno), totalmente cargado al lado izquierdo del
escenario, con un pésimo sonido y unas pantallas con visibilidad ínfima y
rodeado de señores que aprovechando el anonimato de dicha sección se dedicaron
a meterse literalmente todo lo metible.
Así las cosas. Cuando salió Metallica yo estaba a pesar de
todo un poco frustrado. Veía (es un decir) a lo lejos a toda la gente que se
apilaba frente al escenario (literalmente) y podía gritar y cantar todas las
canciones que yo amaba justo frente a mis ídolos. Algo que por cierto yo
también hacía pero seamos francos, a esa distancia de repente emocionarse de
más o cantar a grito pelón una canción si me daba algo de penita. En ese
momento tomé la firma decisión de que sin importar lo que tuviera que hacer o
cuantas veces debía prostituirme vería el próximo concierto de Metallica lo más
adelante que pudiera. Tuvieron que pasar 10 años para poder cumplir mi promesa.
Para colmo de mis males cuando anunciaron su regreso yo
estaba en una etapa mala de mi vida. Pareciera que es cliché pero si, muchas
cosas que debieron ser muy buenas cayeron en esa etapa y por consiguiente me
dejaron un sabor muy agridulce. El conflicto en esta ocasión se dio por algo
que a hasta ahora me tiene aún con mucho que pensar. Las fechas de los
conciertos cayeron muy cerca (como una semana) de su cumpleaños. Lo curioso es
que jamás mencionó el hecho de que ella tenía pensado hacer algo justo en el
fin de semana de los conciertos hasta después de comprar boletos para todas las
fechas, y cómo era costumbre en dichos casos no me lo dijo hasta que noté que algo
estaba mal y le pregunté qué pasaba. Lo que más extrañeza me causó fue que de
hecho había aceptado ir conmigo a uno de los conciertos y al final por ese
asunto ya no fue y me quedé (una vez más) con su boleto sin ocupar en la mano.
Depresión a la vista.
El primer concierto de hecho fue un golpe muy duro. Gracias
a Dios no fui solo y creo que de hecho eso fue lo que hizo que asistiera. Ana,
digna seguidora de Metallica y esposa de Kirk Hammett (aunque Kirk no lo sepa)
me acompañó y gracias a eso pude salir adelante ese día aunque la verdad me
sentía muy mal y muy culpable por estar allí, ya que mi novia no sólo ya no me
hablaba en esos momentos sino que un día antes aún platicamos hasta la
madrugada conmigo rogando literalmente que me perdonara y que fuera conmigo al
segundo concierto. Hice lo posible por disfrutarlo y Ana está de testigo, pero
creo que el momento en el que me quebré fue en Nothing Else Matters, allí
sencillamente no pude con la avalancha de sentimientos y me puse a llorar, no
de emoción sino de toda la amargura y frustración que sentía. Tan mal me sentía
que para el segundo concierto no tenía ninguna intención de ir, me la pase
acostado hasta las 2 de la tarde y sólo le daba vueltas a la cabeza que podía
haber hecho mal y en que me había equivocado esa vez.
No sé qué pasó. Quizá fue lo mal que me sentía que me hizo
darme cuenta que sería ridículo no volver a ir a un concierto por mis problemas
de pareja y más tratándose del grupo que se trataba. Pero no quería ir solo,
así que en la primera persona que pensé fue en Martín, uno de mis mejores
amigos y que hasta donde recordaba no iría a ninguno de los conciertos. Fue la
mejor decisión que pude tomar y muy a tiempo, ya que no fue tan tarde como para
sacarlo de sus actividades, imprimir los boletos y correr al Foro Sol. Gracias
a eso pude asistir al que hasta ahora es uno de los mejores conciertos de mi
vida. Si bien tendré la espinita clavada de que ella pudo estar conmigo, tengo
el gusto de que viví ese concierto al lado de alguien que es un hermano para mí.
¿Cómo estarían las cosas que saliendo del primero concierto
no había comprado nada más que un sticker, el cual no sabía muy bien qué hacer
con él? Tiempo después cuando lo descubrí botado en algún rincón decidí
llevarlo al trabajo y ponerlo allí, a la vista, para que me recordara todo lo
malo que había pasado y para que me ayudara a recordar siempre que si bien
había caído muy bajo y tenía muchas heridas sangrando podía salir adelante.
Justo ese discurso me recordó una canción de Metallica: "Broken, Beat and
Scarred" la cual no tiene la letra más filosófica ni más original, pero su
mensaje era sencillo y por demás conocido, "Lo que no te mata te hace más
fuerte". No sabía si en realidad moriría y cuando me haría fuerte pero
sabía que mientras no me dejara caer no pasaría. De todas las cosas que debo
agradecer a la música y en especial a Metallica fue que esa canción y esa
calcomanía fueron mi tabla de salvación en los peores momentos, cuando parecía
que todo se hundía y que me caería en la peor depresión.
Ahora que Metallica vuelve no sólo los nubarrones se han disipado
sino que, cómo en los conciertos de McCartney, todo es completamente diferente.
No sólo iré a los ocho conciertos de Metallica en el Distrito Federal, iré
completamente renovado y sin ninguna preocupación a la vista, además que tendré
la dicha de llevar a mi sobrino de ocho años a su primer concierto, que Ana
volverá a acompañarme a ver a su marido sin que esté yo ni deprimido ni mal y que
podré ver a varios amigos en los conciertos.
¿Y la cereza en el pastel? La vida da tantas vueltas y al
final pone las cosas en su lugar correcto que la razón por la cual no fui con
esa persona a ese concierto fue porque ahora iré con Sofía, quién como todas
las cosas buenas que me pasan llegó a mi vida sin buscarla y que sin pensarlo
mucho aceptó acompañarme a uno de los conciertos. ¿Lo más increíble? sin saber
todo este trasfondo aceptó, con lo cual no solo me hizo feliz sino que le ha
dado al destino uno de esos golpes que tanto me gustan y que gracias a ella podré
darle carpetazo a un asunto que si bien ya estaba cerrado tendré el gusto de
plantarle cara.
No sabemos qué nos depara el destino, ni como se darán las
cosas. De lo único que puedo estar seguro es que en estos momentos soy feliz y
que el futuro se ve claro y sin nubarrones. Y sobre todo que en estos momentos
agradezco tanto a Ana, a Martín, a Sofía y a mi tabla de salvación el que puedo
llegar si bien con moretones y heridas, puedo mostrarlas con el orgullo de alguien
que sobrevivió a la batalla.
Felicidades, señor.
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