martes, 24 de julio de 2012

Madonna


Estoy frente a ti y te observo. No atino a saber bien qué es lo que más me llama la atención pero sí puedo decir que tu expresión me intriga, me atrae, extrañamente me enamora y me aterra. ¿Qué estaría pasando por tu mente en ese momento? Pareciera que estás conteniendo un grito de horror, que el miedo se va apoderando de ti cómo cuando uno sueña con fantasmas y teme abrir los ojos por no querer encontrarse con algo allí. La boca a punto de abrirse y dejar escapar un alarido de ayuda o de terror o de algo. Una sombra tenebrosa te ataca por detrás, tú la sientes, la temes y la tratas de rechazar usando el último e inútil recurso de la cordura, cerrar los ojos y rogar que el espectro se vaya o que sencillamente termine pronto lo que debe hacer.

Pero también parece totalmente lo contrario. Los ojos entrecerrados, la labios arqueados justo en el momento que parecen emitir un suspiro. ¿O más bien un gemido? Tienes los brazos extendidos, alzados de tal forma que dejan ver tus senos débilmente cubiertos por un halo que parece divino pero también a punto de ser rodeados por una sombra que te cubre y te rodea. ¿un hombre quizá? ¿Tu amante en actitud de besar tu cuello? Tu rodeándolo con las manos perdidas en la penumbra y sintiendo el calor de ese otro mientras lentamente posa sus manos en tu pecho y asciende lentamente. Tienes la expresión de aquel qué se abandona poco a poco, entregando la plaza y rindiéndote a los sentidos y comenzando esa combinación dolor/placer que provoca el camino hacia la explosión final.

Pero quizá ni siquiera necesites de alguien más. Parecería que estas a oscuras, completamente sola, necesitada de un cariño que nadie puede darte. ¿De pie frente a un espejo? Te muestras voluptuosa y sublime a la vez. Una de tus manos pasa por tu cabello, lo mima, lo acaricia, hace que te abandones en un placer iniciático, mientras tu otra mano se pierde entre el anonimato de las sombras y da que pensar. ¿Se asoma discreta por debajo de tus senos? ¿Los estará acariciando? ¿O quizá aparece perdida en una latitud más al sur? Explorando terrenos, parece que te inflige a ti mismo esa expresión de consuelo y soledad, todo sublimado bajo el ritmo de unos dedos que quizá no se ven en su actuar si se ven en sus resultados.

Todo esto lo pienso sentado frente a ti en religiosa actitud de observación y, colgado de tus ojos y tus labios, esperando una respuesta que no llegará jamás. Trato de dilucidar una solución que sólo tu autor podría conocer, sin embargo él nos entregó un enigma tan grande qué sólo nos deja como consuelo estar allí, horas y horas observándote, meditándote, deseando que no te pase nada malo o que sola o acompañada termine ese ritual que ahora en este instante eterno te está haciendo sufrir, o gozar, o temer. Qué se yo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario