¿Qué tanto se
puede extrañar una calle? ¿Por qué se añora tanto recorrer lugares antiguos?
Son mágicos, lo sé. Son lugares que valen mucho más que uno, nos rebasan.
Existen por sí mismos, no necesitan de nuestra presencia e incluso a veces
parece que nuestra existencia sale sobrando.
Son Plazas,
callejones, cafés, museos. ¿La gente normal siente nostalgia por eso? Todos
viviendo acelerados en su rutinaria vida, aceptando sin chistar hipocresías o
banalidades que se nos imponen, corriendo desaforados por algo que algún día
terminará, qué no vale más que el esfuerzo que se puso para obtenerlo.
Nosotros
vivimos también en ese engranaje, sin desearlo le damos aliento y lo hacemos
vivir. Es por eso que buscamos la soledad de la noche, la tranquilidad de las
estrellas, la frágil y confortante luz de una luna llena. Allí somos libres de
vivir y de soñar, de existir y de crear, a pesar de que ese mundo creado no sea
más que humo ¿a quién le importa, si gozamos de lo que ese humo nos da?
Por eso
buscamos la magia de esas calles. A pesar de que son invadidas de personas sin
alma que no las aprecian, siempre buscamos el rincón más alejado en una plaza
justo allí donde las ruinas se acumulan porque sabemos de alguna forma que
estamos en casa.
A veces añoro ese
mundo y por eso a veces vacilo al regresar, porque siento la presencia de
fantasmas, en especial los de cierta gente que sin estar muerta vagan ya por allí.
Porque veo todos esos espíritus procreados por el deseo de estar (juntos,
viendo, compartiendo, queriendo) tan grandes que puedo imaginar figuras de
negro caminando, del brazo, felices con tan poco, y sin embargo llenándose de
mucho. De una forma de la que hace rato no me llena.
Por no tener
ese mundo ilusorio vivía penando, pensando que sin tu voz ese mundo no tendría
vida, temiendo que la soledad se convirtiera en un monstruo incontrolable que
me cercaría poco a poco, pensado que me faltarían fuerzas para soñar e
imaginación para no creer que dichos sueños eran estúpidos. Temer que la lógica
termine aplastándonos con toda su realidad.
Duele recordar
que el engranaje difícilmente nos soltará. Que parece que el destino juega con
nosotros haciéndonos tan placenteros esos sitios que lacera nuestra alma cuando
no se tienen, que todo opera en nuestra contra, que todo no fue más que un incidental
cruce de caminos.
A pesar de
todo, fantasmas y engranajes, me conforta saber que todo existió, que en algún momento fue real y que hubo magia para dar vida a mis ilusiones. Me doy
cuenta y veo que aún puedo abandonar este mundo, aunque sea un instante, para
seguir gozando de las ruinas del lugar y poder soñar que todo, aunque sea
durante esos segundos, puede ser distinto.
No hay comentarios:
Publicar un comentario