martes, 22 de mayo de 2012

De marchas y protestas


Los que me conocen saben que soy un ser apolítico y que en general cualquier cosa que me suene a proselitismo partidista me da un asco tan profundo que incluso he llegado a dejar de hablarle a gente que haya siquiera insinuado un apoyo no razonado a algún partido político, sin distinciones de colores.

Sin embargo hay una ley fundamental para mí no solo política sino de congruencia histórica y de vida. Soy un antipriista declarado y tengo muchas razones para serlo. Como hijo de los ochentas viví mi infancia en condiciones bastante apuradas gracias a esas personas que tanto dolerían al país en la llamada "Docena Trágica". Crisis económica, deuda, inflación, pérdida de poder adquisitivo, corrupción eran cosas que a pesar de no entenderlas completamente si las podía percibir en la situación familiar, que si bien no era de pobreza si provocó que yo no viviera una infancia con todas esas cosas que los niños de clases más acomodadas tuvieron.

Mi real encuentro con la realidad del país siendo ya consciente de eso vino en la adolescencia. Viví la lenta descomposición del sistema priísta con los asesinatos políticos de finales del sexenio de Salinas. La crisis enorme que vivimos gracias a ese reality check que nos caería en 1994 cuando el país se percató que no éramos tan de primer mundo como se nos había prometido. Recuerdo muy claramente la enorme indignación que causó la famosa caída del sistema en las elecciones de 1988 cuando Cárdenas fue despojado de la presidencia (¿recuerdan quién fue uno de los principales orquestadores? Búsquenlo en el PRD) 

Con esos antecedentes aprendí a repudiar todo lo que significara el PRI. Para mí el hecho de que en el 2000 al fin pudiéramos derrotarlo en las urnas fue una gran alegría y un rayo de esperanza para este país. Más allá del personaje que quedó de presidente, pensaba que era la oportunidad que México necesitaba para demostrarnos que podíamos gobernarnos en absoluta democracia sin necesidad de un partido que rigiera todos los aspectos del país y de esos personajes que sólo consideraban el poder como la oportunidad de enriquecerse brutalmente. Si, los 12 años panistas no han sido lo que deseábamos, pero mi idea seguía siendo la misma, para mí el problema no era que la izquierda gobernara o que la derecha cometiera torpeza tras torpeza, podíamos lidiar con eso, podíamos cambiarlo y exigir mejores cosas siempre y cuando estuviéramos dispuestos a trabajar para que el país lentamente fuera evolucionando, encontrando la mejor manera de resolver nuestros problemas. Y he aquí que el PRI está de regreso.

Por primera vez en mi vida participé en una marcha. En general soy enemigo de la marcha como medio de protesta, ya que siempre generan más descontento entre la gente de lo que debería ganarse como apoyo. La marcha/plantón de López Obrador en Reforma hace seis años fue lo que para mí terminaría de sepultarlo como opción para el país y es una losa muy difícil de quitar ahora justo por el tamaño de daño que causó en su momento. Y sin embargo decidí participar, a regañadientes primero, en esta en particular por su origen totalmente apartidista y porque se fue gestando desde un lugar donde en México jamás se había logrado: las redes sociales.

No fue tanto el affair Ibero lo que llevó mi indignación al límite sino la respuesta de algunos medios de comunicación y en especial los periódicos de la Organización Editorial Méxicana (OEM), dirigida por Mario Vázquez Raña. El hecho de que TODOS los periódicos de dicha organización hayan tenido el mismo titular: “Éxito de Peña en la Ibero, pese a intento orquestado de boicot” fue un insulto para mi inteligencia y la de todos los mexicanos porque intentaron tergiversar un acontecimiento que a todas luces fue completamente opuesto a lo que ellos decían. Todos pudimos ver el viernes negro de Enrique Peña Nieto en la Universidad Iberoamericana. Y que de repente viniera a decirnos que fue todo un éxito de verdad llevó mi enojo a tal grado que realmente quería manifestarlo.

Imposible no indignarse ante esto.

Por eso ese sábado marché. Porque mi hartazgo hacia una forma de política que sólo ha demostrado lo dañino que puede llegar a ser para el país ya va más allá de la simple apatía política. Porque ya no podemos contentarnos con ser revolucionarios de facebook o quedarnos con tan sólo llenar twitter de mensajes de indignación. Se debía hacer algo más. Por eso la iniciativa de la marcha me pareció una excelente idea, siempre y cuando se mantuviera alejada de cualquier intento de apoyo a otro partido. Debía ser una marcha ciudadana que mostrará el repudio a ese PRI que siempre quiere venir a darnos atole con el dedo.

Debo confesar que al inicio no quería por la misma idea que tenía de las marchas. Tania terminó de convencerme pero yo ya había decidido que al primer intento de apoyo partidista dejaba la marcha. Y si la concluí de principio a fin fue justo porque cumplió cabalmente lo propuesto. Y no sólo eso, para mí fue una gran sorpresa y alegría ver que muchísima gente que estaba en sus autos parados por la marcha nos apoyaban. Manifestaban apoyo y simpatía a pesar del mal rato que les hacíamos pasar. El ver a gente de diversas edades, familias completas, hipsters de la condesa y niños fresas de universidades privadas al lado de obreros y familias de bajos recursos, al lado de los infaltables miembros de los sindicatos y gente como yo, que jamás había estado en un asunto de estos y que sin embargo estábamos allí, todos uniendo voces para manifestar nuestro rechazo al viejo gobierno.

Hoy se marcha
Sigo siendo igual de apolítico. Al día siguiente se celebró una marcha esta vez sí a favor de Lopez Obrador a la cual si no iría. Pero ya se sentó precedente. En el futuro en la medida de lo posible trataré de participar en ese tipo de marchas. Mi idea no ha cambiado, para mí los cuatro candidatos a la presidencia son poco menos que un cero a la izquierda y mi voto sigue sin decidirse. Pero aún así prefiero mil veces lidiar con cualquiera de los otros tres que ver al PRI volver a sentarse en la silla presidencial. Si eso llegara a pasar, habremos fracasado como nación, una vez más.

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