Y ayer repitió la faena el Sir. Y creo que hasta superó la
emotividad del concierto en el Estadio Azteca. Todo lo que comenté en el post
anterior aplica para el concierto de anoche en el Zócalo pero multiplicado por
lo que ustedes quieran. Paul feliz y entregado, el público emocionado e increíblemente
ordenado. Ver a niños, señoras, abuelos, gente de todos los estratos sociales
unidos por la música de McCartney. Fue algo increíble y digno de verse.
Musicalmente nos dejó boquiabiertos. Birthday es una de mis
canciones favoritas y jamás en la vida pensaba que la escucharía en vivo y ayer
pasó. Aún de sólo recordarlo me pone la piel de gallina. Helter Skelter nos
hizo brincar y cantar como si no hubiera mañana. Tocó todas y cada una de las
sospechosas comunes y nos alegró una vez más la vida con Hey Jude.
Fue una experiencia tremendamente emotiva y que resultó aún
mejor porque la pude compartir con amigos muy queridos.
Y hoy termina la conciertiza clásica con otra leyenda: Bob
Dylan.
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